“Y te diré quién eres”, concluye el famoso dicho que nos ubica el por qué la gente sabe de otras muchas cosas que en ocasiones les ayudan, pero en otras más les perjudican sin tener culpa alguna.

Ser miembro de ese grupo que gobierna ha de ser difícil: vivir en una existencia llena de lujos ajenos, donde ni el automóvil que manejas es tuyo ha de ser fuerte para aquellos que tienen complejo de grandeza, de reyes o emperadores como suele pasar en los gobiernos, cuando sus elementos consideran ser mucho ser humano para un “populacho” tan irreverente y corriente como somos la mayoría, o como dijera aquella gran investigadora, “los de pelito gris”, refiriéndose al pueblo mexicano, a la clase trabajadora, a los que empujamos la carreta para que México salga adelante.

En ese sentido, como que nos cansamos de las ínfulas de ciertos personajes que luego acaban mal: exhibidos por las grandes sumas de dinero que se robaron y que se dice oficialmente, manejaron irregularmente.

Para los de pelito gris no dejan de ser vulgares ladrones que dispusieron de los bienes públicos, abusando de la confianza de una nación, estado o municipio que confió en ellos y les defraudaron.

Entonces, los que somos gobernados u objeto de malos administradores tenemos que lidiar con malos tratos, modos inoperantes y una burocracia que realmente enferme y topa en la insensibilidad.

No todos son así, y de ello estamos conscientes: hay buenos elementos -los menos- que se preocupan por el ciudadano y lo atienden, y otros que realmente aprofechan la oportunidad para servir, y para ejemplo tenemos lo que a diario vivimos en esta capital tamaulipeca que sufría un rezago en obras de lustros, y que en el último período ha tenido un muy significativo avance.

Solo los ciegos y los amargados no pueden ver que hay más calles en buen estado -aún faltan muchísimas, estamos ciertos-, que hay alumbrado donde no había y que la obra pública ha sido multiplicada gracias a una atención de quienes ganaron nuestra confianza en los últimos comicios.

A muchos de nosotros nos ha tocado en horas muy tempranas de alguna mañana ver al alcalde Oscar Almaraz Smer recorriendo calles, platicando con la gente y abocándose a solucionar parte de la problemática que tiene una ciudad de la magnitud de la nuestra.

Hay que imaginar, por ejemplo, cuántas toneladas de basura generamos a diario entre todos, o la cantidad de focos que se requieren para que todos los semáforos se encuentren funcionales; de la misma manera, hay que pensar en cómo se soluciona el añejo problema del abasto de agua potable, que se hizo crítico por dos razones no atribuibles a la autoridad: la sequía en que hemos vivido los últimos años y el crecimiento desordenado de asentamientos irregulares que líderes sin escrúpulos hicieron con tal de ganarse un dinero, omitiendo las recomendaciones del Ayuntamiento y Sedesol, ecológicas y demás, queriendo ahora que se les lleve agua a partes demasiado altas, cuando la presión no es suficiente.

Pero no tenemos la menor duda que si somos justos, hemos visto avances. Probablemente no han alcanzado nuestra manzana o nuestra cuadra, pero de que los hay… solo los ciegos -repetimos- no los ven.

Y sin lugar a duda es el mejor capital político con que cuenta el actual alcalde, aunque ha sido criticado por la conformación de una planilla plena de personajes non gratos para la comunidad tamaulipeca por una muy mala y bien ganada reputación.

Oscar está haciendo su labor, aunque otros lo impidan endilgándole ciertos individuos en su planilla que seguramente restarán sufragios.

Pero el deseo generalizado es que, quien sea nuestro nuevo alcalde tenga el mismo o mayor empuje que nuestro presidente municipal, porque a Victoria todavía le falta mucho para merecer el título de Ciudad amable que otrora tuvo.

 

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