Y en el despertar del cansancio acumulado por los años, sin duda trabajados, sin duda bien ganados, ¡despertar! me dijo con voz serena pero firme, acompañada por la dulce melodía, que a su divinidad acompañara la alegría de haberse despertado al nuevo día; y mis párpados pesados, como cortinas de hierro oxidado, se elevaron, sí, con tal lentitud como si lucharan con el tiempo ya pasado, liberando de la oscura habitación, donde se mantiene rehén al pensamiento, para que al verse iluminado, viajara en el presente, alejándose del pasado.

¡Despertar! me dijo, porque el abrir los ojos no tiene ningún significado, si se continúa dormido; la vida, querido amigo, es para vivirla enamorado y no seguir atribulado por los problemas de la gente.

¡Despertar y caminar!, me dijo, y no voltees atrás, hazlo siempre de frente, para que no puedas tropezar con tu pasado, hazlo siempre sonriente, para que el que te vea pasar, piense de manera diferente, y no en la pesadumbre que suele acompañar, a quien vive con la amargura en su mente.

Avivemos, pues, la llama del amor, de la amistad, de toda emoción  que como partitura haga de todos nuestros actos la canción que nos alegre el corazón y que nos haga sentir en libertad, para huir de aquello que no nos haga perder totalmente la cordura.

¡Despertar amigos! Porque si estas despierto, podrás poner todos tus sentidos, para entender lo que hoy te digo, y no sólo contemples lo superficial de todo lo que dejas pasar, por sentirte eternamente confundido.

Despierta ya, deja de soñar, porque los sueños, algunos hermosos, otros tan  temidos que no te dejan ver la realidad; despierta, y no sólo veas, comprende, analiza y sé consiente, para que con tu actuar, construyas un mundo diferente.