Aquel hombre de estatura sobresaliente, entrado en años, de constitución delgada, se encontraba el posición de pie sobre una gran piedra plana que estaba apoyada en lo que parecÃa la parte más alta de aquel cerro, precisamente ahÃ, desde donde se podÃa divisar las casas del pueblo llamado Valle ParaÃso. Yo pude verlo cuando terminé de subir una vereda de difÃcil andar porque estaba llena de obstáculos, y que me llevarÃa precisamente a la cima; no me sorprendió verlo ahÃ, porque el lugar era visitado frecuentemente por personas a la que les gusta hacer ejercicio al aire libre, mas me pareció extraño que se encontrara solo, pues pude comprobar, que nadie más estaba presente a esa hora, eran las seis de la tarde, aún habÃa suficiente luz del dÃa, pero poco faltaba para presenciar el ocaso, y siempre era riesgoso el descenso a oscuras, por lo que me acerqué a él para advertirle, que no tardarÃa en caer la noche; para ello, me subà a la gran piedra y caminé unos pasos, hasta estar a buena distancia y le dije: Disculpe señor, está por caer la noche, veo que se encuentra solo y yo estoy por descender, por lo que lo invito a bajar juntos el cerro. El hombre, no se inmutó, siguió parado y pareció no escucharme, por lo que al ponerme frente a él, observé que tenÃa los ojos cerrados, como si se encontrara en un estado de meditación profunda; me apené un poco, pues no deseaba sacarlo de su cavilación, pero, por su avanzada edad, intuà que serÃa muy riesgoso para él permanecer en ese lugar, asà es que, puse mi mano izquierda sobre su hombro derecho y le di una suave sacudida, y como si estuviera despertando de un largo sueño, abrió lentamente sus ojos, volteó su cabeza hacia mà y con voz pausada me dijo: Discúlpeme, no lo vi venir, no escuché sus pasos, me encontraba viendo el Valle. Su respuesta me dejó sorprendido, pues no era posible que ese hombre estuviera viendo el Valle, ya que sus ojos estaban cerrados, entonces le contesté: Querrá decir que estaba meditando y pensaba en el Valle. El hombre sonrió y me contestó: En algo tiene razón, pero no se deje llevar por las apariencias, no tiene usted idea de lo mucho que se puede ver con los ojos cerrados cuando se está en la cima. Después de esa respuesta, bajé de la gran piedra que estaba en la cima, y descendà por la misma vereda por la que habÃa subido, curiosamente, lo hice con los ojos cerrados, y pude comprobar, que efectivamente, se puede ver más de lo que uno imagina; sin duda fui afortunado por las enseñanzas que me dejó aquel encuentro que pareciendo casual, tal vez no lo fue, porque parecÃa que aquel personaje me estaba esperando para abrir mi mente a las cosas que parecen imposibles.
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