La primera vez que te extrañé tenía tres años de edad, difícil era verte por la mañana y más cuando la noche caía, pues tu día a día empezaba muy temprano y para cuando la luna salía me ganaba el sueño; un buen día entré a la recámara y encontré tus zapatos, tomé uno de ellos en mis manos, lo observé con detenimiento y con un poco de descontento le reclamé el que te llevara tan temprano a tu trabajo y que te trajera a casa tan tarde, cuando el sueño me vencía. Un buen día, de aquellos mis tres primeros años de vida, decidí ponerme tus zapatos y les ordené me llevaran a los sitios que frecuentabas, pero los muy ingratos, como era de esperarse, a mí… a mí no me obedecían, lo único que logré fue dar un paso, para caer al suelo y  besarlo, persistente como siempre he sido, me propuse buscarte, aunque en ellos se me fuera la vida, desde entonces caminé y de caída en caída, de herida en herida, pensé que jamás te encontraría, más, no sé por qué te seguí buscando hasta que cumplí los treinta y tres años; salí entonces de la soledad de mi desierto con mis pies cansados, me senté a la orilla de un generoso río, de inmediato metí los pies al agua y con un dejo de dulzura, ésta me acarició y pude sentir cómo lo grato de su frescura recorrió todo mi cuerpo, regresándole  a éste la fortaleza perdida, y borrando de mi cara el gesto de la amargura; después de recibir este bálsamo, de este bendecido milagro que todo lo cura; mis pies siguieron caminando por laderas y llanuras hasta encontrar las huellas del que andaba buscando; a los pocos pasos encontré un par de sandalias, y como andaba descalzo me las calcé, a pesar de mi edad , mi pie no dio ni el lago, ni el ancho, por lo que al ir caminando empecé a tropezar y a caer, besando el polvo, pero me volví a levantar y tus sandalias me llevaron a encontrar con la verdad; el perdón es el único camino para abrir la puerta de la salvación; mira que su manos y pies heridos se aferran a los clavos, para que su bendita sangre fertilice la tierra donde debería nacer el Cristianismo.

Te encontré y me quedé aferrado a la cruz, ahora sé cuál es mi camino, cual es la verdad y cuál es la vida, por fin te encontré Padre mío.

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