Ante la mirada fiera de un alma lastimada, por error, de su boca tuve que soportar el improperio, con horror, y ofuscado quise devolver la ofensa a mi agresor y pagar con la misma moneda devaluada el desamor, pero fue más el peso de la tristeza que me embargó, que el sinsabor, porque siendo sangre y carne de mi carne el ofensor, mi alma quedaría más herida y con dolor. Miré entonces al cielo y pedí perdón por mi flaqueza a mi hacedor, Él me miró con compasión, tocó mi hombro y dijo: dame acá tu cruz y toma mi yugo si estás cansado y agobiado, que yo te aliviaré, y en cuanto a tu ofensor, su herida sanaré, para que deje de destilar odio y rencor, mas no pagues mal con mal, paga con bien, porque, es su arranque agresivo y desesperado, un reflejo del dolor que lo está agobiando; difícil sin duda es la pena que va cargando, que incluso, lo ha dejado sordo y lo ha cegado, negándose con ello a escuchar en el Evangelio mi Palabra. No lo juzgues duramente, porque es parte de mi rebaño, él se siente extraviado, y está buscando a su pastor, yo soy el buen Pastor y conozco mis ovejas, y las ovejas mías me conocen a mí.

Yo lo miré al nacimiento, de los primeros fui, bien lo recuerdo, su mirada se cruzó con la mía, le dije te amo y él me contestó, yo también y con eso sellamos el pacto, después vendría una corta separación, hasta que regresó a mí, cuando aquél llanto incontrolable no cedía, entonces, Dios me dijo: No le hables, está molesto porque sabe que su vida no será fácil, si quieres calmarlo acércalo a tu corazón, que escuche atento tus latidos; y así lo hice y sucedió el milagro, el niño se calmó, me miró, me reconoció y se quedó dormido, después vendría la enseñanza, la que nos muestra el camino, la verdad y la vida, y aun siendo un niño comprendió, que lo que yo hacía era bueno y se dejó llevar de la mano, hasta el día que vino el quebranto; dice que entonces conoció el lado malo de nuestro Señor, el piensa que lo ha castigado y es el motivo de su prolongado llanto. Jesús lo envió a mí, para tratarlo con amor, antes me advirtió, que no sería fácil y le dije: Por qué a mí, y el buen Señor me contestó: porque él te escogió a ti para llegar a mí, pero no lo sabe; no desesperes, toma mi yugo y aprende de mí, que soy manso y humilde de corazón.

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