Decencia, una palabra tan hermosa y tan casi siempre alejada de la clase política.

La inspiración de esta colaboración, estimado lector, me nace a raíz de lo sucedido hace unos días en el arranque de la nueva legislatura tamaulipeca, en donde dos diputadas de MORENA se unieron el día uno a la bancada del PAN.

Lo sé, tal vez piense Usted igual que lo que me dijo un buen amigo hace días: “¿Por qué te sorprende? Es política”. Pero yo le reviré: “Y si a nadie le sorprendiera, ¿en dónde pararíamos? Si de por sí…”

Y es que resulta evidente que hubo un acuerdo de algún tipo (económico, por ejemplo), con ellas y seguro con un jefe político de alguna corriente morenista (mas no lopezobradorista) que se presta a esos juegos con los interlocutores del cabecismo, pues pecaríamos de ingenuos si creemos que no hay algunos que se creen muy listos, pero olvidan que la estela de la corrupción huele hasta de lejos.

Aquí el tema que considero debemos señalar es la falta de decencia. ¡Señalémoslo, caray! Aunque suene “bobo”.

La mayoría de los tamaulipecos votó por un congreso de mayoría morenista y, otra vez, la indecencia que permite se filtre la corrupción, mancha la voluntad popular. Es muy desagradable. Lo son. Unos y otros, pues es tan corrupto quien compra como quien se vende.

En fin. La decencia es recato, honestidad, modestia, dignidad en los actos; es ser justo, ser debido; es honradez y rectitud que impide cometer actos delictivos, ilícitos, o moralmente reprobables. Si quiere tíldeme de idealista, pero me duele ver tanta desigualdad e injusticia social, que no la habría si la decencia se impusiera.

Sería bueno que leyeran dicho párrafo las y los que traicionan al pueblo tamaulipeco por unos pesos azules. Pero la vida es sabia, y todo cae por su propio peso. La indecencia en su máximo esplendor, hará que Morena no tenga mayoría simple en el Congreso, situación que le había otorgado el pueblo legítimamente en las urnas.

Por último quiero enviar un afectuoso saludo a la abuela de mi esposa Marisabel, a la distinguida señora Lupemaría de la Garza Ferrer de Pedraza, quien hace muchos años escribió el poema “Espérame México”.

Ahí expone, entrelazando hermosos versos, la mirada y la voz de un niño que le jura a su país con la bandera de testigo, que será un hombre valiente, responsable decente… “Que no dejará que nadie lo soborne… ¿Quién puede enorgullecerse de ser rico en un país donde hay pobres hermanos?”

Continúo citando el poema: “Nunca aplaudiré lo que no es bueno, no me mancharé con tu dolor y no me venderé porque te quiero”.

Y la parte no solo más emotiva sino la que caería ad hoc a algunos que creen que por vestirse de guinda son oposición en el Estado: “Hay que fajarse bien los pantalones, y seremos mejores mexicanos”.

Pero el tiempo pone las cosas en su lugar, indecentes.