¿Cuánto tiempo hace que no disfrutamos de unas verdaderas vacaciones? Llegó el momento de salir a pasear, de reencontrarnos con el mundo, cerca o lejos, en un pueblito o en una gran ciudad o quienes puedan, viajando al extranjero; tomar el sol en una playa o recorrer las montañas y los ríos, pescar, perseguir mariposas, o volar cometas, descubrir lugares paradisiacos; visitar los centros turísticos y comerciales, conocer museos con exposiciones de destacados pintores y obras de arte de escultores famosos, asistir a festivales artísticos o, simplemente, recostarnos a la orilla del mar.   

Saquemos las maletas, la ropa que hace meses no lucimos, desempolvemos los balones, las raquetas, las bicis de montaña, las ganas de jugar, de cantar, de bailar y tomemos nuestros hijos, nuestra pareja, el universo nos reclama. 

Tendremos varios días para recorrer por ejemplo en Querétaro, Guanajuato o Baja California, las rutas del queso y del vino, dándonos la oportunidad de degustar manjares increíbles, rodeados de viñedos en medio de paisajes inolvidables; podríamos también reencontrarnos con los monumentos históricos que conservan las ciudades que nos dieron patria, cultura e identidad como mexicanos; hospedarnos en hoteles todo incluido o si preferimos ir de camping y tirarnos en la noche a ver las estrellas o aspirar el aire fresco del amanecer y caminar descalzos para dejar en tierra, todas las malas vibras de tantos y tantos días, manejando un estrés desbordado.  

Es tiempo de desconectarnos del celular y la tableta, de escucharnos, de convivir, de tomarnos de las manos, de recuperar la cercanía física, de tocarnos y sentirnos, de darle calor a nuestras relaciones y de fundirnos con la naturaleza. Salir a explorar y tomar el sol, que tanta falta hace para darle equilibrio a nuestra salud física y emocional.   

Descansar y volver a tomar fuerzas para continuar con nuestras tareas cotidianas. Aprender de cada nueva experiencia, de cada lugar que visitemos y de toda persona con la que coincidamos. Los invito a desintoxicarnos de las malas noticias y a relajarnos, volviendo los ojos a los nuestros, a nosotros mismos.   

Visitemos la casa de los abuelos, esa que hace muchos meses ha permanecido en silencio a la espera de mejores tiempos; en reposo, recuperemos esos momentos tan añorados. Reencontrémonos con cada rincón y démonos el espacio de estar sin prisa en compañía de nuestra pareja, de nuestros hijos, de nuestros seres queridos.   

Hay quienes aseguran que las verdaderas vacaciones no se disfrutan en los grandes viajes, en esos que apenas te dan oportunidad de conocer algunos puntos de referencia en cada ciudad que se visita, o en los grandes parques temáticos donde los recorridos son simplemente agotadores, o en los destinos de gran turismo, donde las multitudes nos impiden el contacto directo de vernos a los ojos, donde la música ensordecedora de sus centros nocturnos, nos impide la escucha de los sonidos suaves de la voz de quien nos acompaña y motiva la conversación.  

Las mejores vacaciones podríamos vivirlas ahora mismo, viajando solos, con los amigos o en pareja, si ya tenemos una. Si estamos dispuestos a disfrutar de toda circunstancia con la mejor voluntad de divertirnos. De hacer de cada experiencia un motivo de descubrimiento y aprendizaje en todo lo que nos rodea. Practiquemos la tolerancia con los contratiempos y recuperemos el contacto con ellos, con el entorno, y con nosotros mismos. Volvamos a sentirnos vivos; gocemos del placer de abrazarnos y conversar, de mirarnos a los ojos y compartir lo vivido. De reír y jugar, de soltar y dejar ir. De continuar la vida que ahora nos abre de nuevo otra oportunidad.   

No dejemos pasar la ocasión para viajar en familia, para darnos la escapada tan deseada por los niños, jóvenes y adultos después de más de dos años de pandemia. Alejados de las presiones laborales y escolares, dejemos salir lo mejor de nosotros mismos; es deseable que fluyan espontáneamente todas nuestras emociones y les digamos cuánto significan en nuestra vida.  

Dice Emile Zola, escritor francés considerado el padre y el mayor representante del naturalismo “nada desarrolla tanto la inteligencia como viajar”, lo cual considero una promesa, de que viajando, nos enfrentaremos a lo desconocido, a lo inesperado, a poner a prueba nuestra capacidad de respuesta para resolver los inconvenientes, pero regresaremos a casa, con las maletas repletas de los mejores recuerdos, momentos que nos acompañarán por el resto de nuestras vidas.  

¿Nos vamos de vacaciones? Realmente no importa a donde, ni como, sino con quien.  

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