Bien dice el proverbio árabe: “Los ojos no sirven de nada a un cerebro ciego”.
Porque podríamos juzgar gobiernos y nos asistiría la razón; podríamos también autocriticarnos como sociedad por lo que hemos dejado de hacer, y nos asistiría la razón; pero eso sí, con lo que ningún victorense puede discrepar y más aún a todos nos asistiría la razón, es que Victoria es, sin duda, la perla tamaulipeca.
Así lo escribí en octubre de 2019 en texto relacionado al Aniversario de nuestra capital.
Y, en virtud de que a partir de declaraciones polémicas mucho se ha hablado durante la semana sobre nuestra ciudad, quise compartirles un extracto de aquél texto:
“A veces, cuando acabo mis actividades laborales me gusta dar una vuelta por la ciudad, como para reflexionar…
“…Y siempre, mientras pienso en todos los pendientes, compromisos y objetivos, mi más profundo suspiro es cuando tomo el libramiento pues al tiempo que doy ese recorrido, se siente en el ambiente ese “aire señorial” del que habla la canción “La Perla tamaulipeca” y que tiene nuestra capital por estar enmarcada por la sierra, precisamente.
“…Risueña y hospitalaria así es nuestra capital”, también dice la canción, y eso somos: risueños y hospitalarios, además de fuertes y tolerantes.
“…Y es que no se equivocó su autor Quintanilla Acosta cuando en enero de 1982 escribió tan hermosa letra: “al pie de la sierra madre hay una ciudad bonita, su nombre es Ciudad Victoria, capital de Tamaulipas; es la perla del Estado, y es una tierra bendita”, dice.
“…Como tampoco se equivocó Dios en permitirnos nacer o vivir aquí en este hermoso lugar, y tampoco nos equivocamos en seguir aquí luchando y en ser orgullosamente victorenses.
Y sí… Victoria debería ser una mejor capital, en términos de servicios públicos, seguridad, competitividad y desarrollo económico: ahí siguen estando los mismos retos que escaparon y escapan de la brújula de nuestros dirigentes y que, también, ciudadanos en general pasamos por alto.
Pero ningún victorense orgulloso de su ciudad puede dudar de su belleza y de su grandeza, mucho menos una autoridad.
Lo bueno es que la imprudencia es pasajera, el poder efímero, y la belleza de Victoria permanente…