Hoy coincidieron algunos de mis nietos en nuestra casa, su visita fue inesperada, y estando cerca la hora de la comida, mi esposa se empezó a preocupar, pues pensó que, estando ya de vacaciones los padres, solamente tendría que preocuparse por servir dos platos a la mesa; el día anterior me preguntó que deseaba comer, y yo sin titubear, por estar el día frio, le respondí que caldo de res; el platillo en preparación ebullía sobre la estufa, la mirada de María Elena se cruzó con la mía y a una sola voz dijimos: Operación Sopa de Botón, aludiendo un cuento infantil que se encontraba en un libro de cuentos de Walt Disney, que solíamos contarles a nuestros hijos Kattia, María Elena y Cristian.

Pues bien, María Elena no tuvo más remedio que echarle más agua al caldo y ponerle más verduras, esperando que la escasa carne le diera el sabor acostumbrado; afortunadamente nadie se percató del procedimiento, y todos comimos gustosos el alimento. Después pasamos a la sala y mis nietos María y José recordaron que año tras año, para conmemorar la Navidad, elaboraba un cuento de mi autoría y me pidieron se los contara, como no tenía nada preparado, quise contarles el del año 2021, pero de inmediato me reclamaron, por lo que tuve que echar mano de mi imaginación para inventarme uno, miré detenidamente lo que se encontraba en la sala, el pequeño pino, el pequeño nacimiento, el pequeño espacio, entonces les dije, este cuento se llama: El Invitado Inesperado, y dice así: Hace ya mucho tiempo, no sé cuánto en realidad, porque a las personas de mi edad suele venir el viento del olvido y empieza a llevarse los recuerdos, más queriendo no olvidarlo todo, haciéndome de nuevo pequeño,  decidí correr una emocionante aventura; he de decirles que caminé mucho; bueno, la verdad no recuerdo cuanto, porque en aquel lugar de mi historia, resulta que todo era pequeño, bueno, tal vez por eso tenía que regresar en el tiempo dando pasos hacia atrás, porque según me dijo un viejo sabio, caminando hacia atrás se puede ir regresando en el tiempo, la cosa es que cuando me di cuenta ya era tan pequeño, tal vez por eso los pequeños espacios que tenía que recorrer se me hacían demasiado largos; en fin, tarde o temprano llegué hasta donde se encontraba un árbol de navidad, de inmediato lo reconocí, era aquel árbol pequeño que vi precisamente poco antes de iniciar la narración de este cuento, pero como yo había caminado mucho hacia atrás, mi tamaño era aún más pequeño que el árbol, tal vez por eso, ahora lo veía enorme, tan enorme que llegaba al cielo, bueno, la verdad no se si era el cielo, o era el techo de aquella pequeña estancia ,de aquella pequeña sala, de aquel pequeño hogar. Como ya estaba muy cansado, decidí recostarme sobre el gran tronco de aquel enorme árbol de navidad, y desde ahí pude ver lo que muchos de nosotros no vemos cuando se adorna uno de estos árboles, vi un par de laboriosas manos que parecían estar tejiendo una preciosa manta verde, misma que desprendía un exquisito aroma a navidad, tan exquisito como concentrado, tanto que llegaba a impregnar la estancia de la pequeña sala, el cielo de la misma , la ropa misma de los que estábamos sentados en su entorno.

Al ver aquella maravilla, pude entender el por qué los árboles de navidad suelen tener tantos detalles, tantas luces, como estrellas tiene el firmamento, por cierto, las luces indican todos los hermosos momentos que vivimos los seres humanos, y lo adornos son todos los anhelos, muchos de los cuales cumplidos otros en espera de hacerlo. Era tan agradable estar recostado sobre el troco de aquel árbol de la vida, que me resistí a despedirme de aquel grandioso regalo, pero yo sabía que no muy lejos me esperaba una enorme alegría, por eso decidí continuar mi camino, hasta llegar a un espacio que pareciendo tan pequeño como pequeño era todo lo que había en aquel hogar, era demasiado grande para poder contemplarlo con los ojos, por eso a la entrada se leía un letrero que decía, abre tu corazón par que veas lo que muchos no pueden ver; cerré mis ojos, y entonces pude ver aquello que muchos no ven, no por estar ciegos, sino por la poca fe que tienen. Al pasar por aquella enorme puerta, pude ver una hermosa mesa, sentado en la parte media de la misma, se encontraba el camino, la verdad y la vida; y entonces una dulce voz dijo: “Venid a mí todos los que andáis agobiados con trabajos y cargas, que yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis el reposo para vuestras almas. Porque suave es mi yugo y ligero el peso mío” (Mt 11:28-30). Pasen a la mesa de la abundancia del amor, pequeños son los platos que sirvo, pero inagotable es su contenido y ámense como yo los he amado.

Cuando abrí los ojos, después de narrado el cuento, la luz de la fe iluminaba la cara de mis nietos, reflejando la grandeza que había entrado por su corazón.

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