Mi querida capital Ciudad Victoria:
Una fresca tarde de otoño, 19 de noviembre de 1944, te miré por vez primera mi ciudad amable, ciudad feliz.
Procedíamos de la tres veces heroica H. Matamoros, Tamps., mi ciudad natal: Llegamos a bordo de un carro Ford, modelo 1838, color gris, que poseyó mi papá, aún prevalecía la Segunda Guerra Mundial.
Un pequeño chalet, frente a la plaza Juárez había rentado mi papá previamente a la familia Arreola, esa fue mi morada durante 8 años.
Al día siguiente desde la banqueta miraba el desfile conmemorativo del 20 de noviembre.
Me llamó la atención todos los contingentes uniformados de azul marino y blanco.
Después me enteré que eran los colores tradicionales de la escuela de esta capital.
Ingresé a la Escuela Leona Vicario a 4° grado, yo contaba con 8 años, la escuela sólo era de niñas.
La vetusta construcción soportaba estoicamente el paso del tiempo… Aún recuerdo las lianas de alguna intrusa enredadera colarse por las ventanas o los agujeros del techo… Asistíamos mañana y tarde a nuestras clases.
La campana de la Iglesia del Sagrado Corazón marcaba la hora para mi que era el turno de la tarde o el pito del taller; la entrada se hacía por la calle 17 o sea la Alameda. Una rumorosa acequia que venía desde el Paseo Méndez arrullaba nuestro camino para volver a la escuela.
Al salir por las tardes saltar de un costado al otro lado, aventando primeramente nuestra mochila.
Frente a las residencias del rumbo que menciono, había frondosos árboles de moras de diferentes colores.
Por hoy es todo…
Hasta la próxima. Carpe diem.
Continuará