Mi amado nieto Emiliano me preguntó un día, si se veía mal que un hombre llorara; el llorar, le dije, es una manifestación del ser, que pone en evidencia una emoción, en respuesta a un sentimiento generado por la necesidad de ser comprendido, cuando se está sufriendo o se siente incomprendido. ¿Tú has llorado por otro motivo? Continúo preguntando Emiliano. Se podría decir que hay diversas situaciones en la vida, que pueden motivar el llanto en un hombre, pero, cualquiera de estas se traduce en sufrimiento; de ahí que el llanto, de una manera u otra, podría interpretarse como una señal de auxilio para que otras personas, nos lleven algo de consuelo. Mi nieto parecía inquieto, tal vez porque yo no le estaba proporcionando la respuesta que esperaba, así es que, procuró ser más específico y dijo: ¿Has llorado de coraje? En lo que a mí respecta, le contesté, cuando me dan ganas de llorar de coraje, mi mente, en automático, lo traduce en tristeza, porque si no empleara este mecanismo, la inhibición de ese sentimiento, podría no encontrar alivio al sufrimiento que me causa, ya que podría convertirse en una acción o conducta, que busque regresar el mal por mal, y ese negativo impulso, generalmente trae dolorosas consecuencias.

¿Abuelo, qué piensas cuando ves llorar a alguien a quien amas? Cuando de niño veía llorar a tu bisabuela, sentía que se me desgarraba el alma, no hacía falta preguntarle por qué lloraba, por eso, inmediatamente la abrazaba y no me separaba de ella hasta sus ojos se secaban de tanto llorar, en esos momentos de dolor las palabras de consuelo no salían de mi boca, pues quería que en aquel abrazo su sufrimiento pasara a ser mío. La única vez que vi llorar a tu bisabuelo, fue cuando murió su madre y a pesar de que mi padre era fuerte, y yo quería ser fuerte para acompañarlo en su dolor, pero igual se me desgarró el alma cuando lo vi llorar como un niño; lloré muchas otras veces y siempre fue por dolor, lloré por mis hermanos cuando enfermaban, cuando murieron mis abuelos, lloré cuando murió mi mejor amigo, lloro aun cuando tu abuela o mis hijos, o ustedes sufren por algún motivo físico mental o espiritual; siempre han dicho que soy muy sentimental, que tengo el llanto a flor de piel, pero llorar no es cosa sólo de mujeres, el llanto de los hombres resulta ser en ocasiones más doloroso, porque de alguna manera llevamos en nuestros genes un recuerdo ancestral, el haber contemplado la muerte de nuestro salvador Jesucristo y habernos quedado impávidos ante la crueldad de otros hombres; o cuando lo negamos, lo traicionamos, o simplemente no lo escuchamos. Cuando los hombres lloramos, seguro estoy, que exhibimos nuestro sincero arrepentimiento por haber pecado de palabra, obra y omisión. El silencio cayó como pesada manta sobre nosotros, más, pude observar reflejada la tristeza en la cara de mi nieto, por lo que seguro estoy, que se estaba arrepintiendo de todo aquello que ha causado sufrimiento a sus seres amados; yo por mi parte, no pude evitar el derramar un par de lágrimas por aquello que le estaba causando el sufrimiento a Emiliano.

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