Cuando el alma llora, la voluntad del hombre es vulnerada por un cúmulo de emociones atraídas por los sentimientos generados por los gratos recuerdos del ayer; acaso hay una edad para que ésto suceda con mayor facilidad, para que el espíritu viaje en retroceso y encontrase en el tiempo, en los momentos en los que Dios ha estado con nosotros viviendo el regocijo del reconocimiento de nuestra dualidad, ahí donde el cuerpo y el espíritu, convertidos en el ser, se acostumbraban al estar, para escribir la historia de la humanidad, he ahí, por qué me consiento como hijo del Creador y por qué Él vino a recordarnos cuál es la esencia de nuestra naturaleza, quedándose para siempre en cada uno de nosotros.

La verdad que Dios siempre ha querido que conozcamos, no implica sólo el hecho de concientizarnos de que somos herederos de ese legado ancestral, sino de sentir cómo la abundancia de su amor fluye por siempre en todo nuestro cuerpo, para mantener y despertar la memoria de cada una de nuestras células sobre nuestro verdadero origen.

Consintiendo esta apreciación, fortalecidos por la fe que actúa como catalizador del proceso de generación de la plena conciencia, actuaremos en armonía con el universo para hacer la voluntad divina, facilitando con ello el camino para regresar con el Padre, para continuar en una eternidad favorecedora de creación infinita.

Cuán sordos y ciegos somos en ocasiones, porque siendo de Dios nos aferramos a las cosas del mundo, de ahí que vivamos más dormidos que despiertos, a pesar de que el Hijo del hombre nos pidió que permaneciéramos en vigilia para no ser sorprendidos por la engañosa tentación de no tener necesidad de Él, cuando la realidad es que sin Él no somos nada.

Nuestra alma llora con frecuencia, he aquí el motivo de nuestra congoja, que siendo sólo una hoja desconocemos al árbol que nos obsequió la vida, por eso nuestros ojos no han visto las maravillas que nos rodean y nuestros oídos no escuchan el embriagante y vibrante sonido que enamora, para mantener unido al cuerpo con su espíritu y consentirnos parte del universo y no perdernos en el tiempo, porque la luz que a todos nos ilumina, procede de ese amor infinito que nos permite seguir por el camino de la verdad y la vida.

Cuando tu alma llore, abrázate, perdónate y perdona a todo al que te ha ofendido y has ofendido, porque no hay enemigo más grande que la arrogancia de considerarte poseedor de la verdad absoluta.

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