Duele, y mucho, ver el concepto que tiene la gente en México sobre sus autoridades, instituciones y demás: pocos se salvan de un desprestigio tan grande como el que hemos leído y visto en noticiarios, redes sociales, medios de comunicación escritos y más. Y decimos que duele, porque lo más justo es que todos confiáramos en la autoridad, en las organizaciones no gubernamentales, en el vecino y en todos nosotros. Los efectos del Terremoto del día 19 han dejado al descubierto que la gente está molesta pero solidaria: impresiona grandemente la cantidad de personas que han ayudado en los lugares donde hacen falta manos que trabajen, o recursos.

Algunas personas hicieron viaje hasta allá para llevar víveres, a lo que el columnista pensaba si el gasto del viaje no podría haber significado la compra de más insumos; algunos respondieron que garantizaban así que llegara la ayuda a quien lo necesita.

Oaxaca y Chiapas, pobres por naturaleza, tienen problemas muy serios. entre las toneladas de apoyo hemos visto mucho de lo que nos recomendaron comprar, sin embargo, pareciera que hacen falta otras cosas, y en ese sentido sería muy saludable saber que el dinero donado se empleará adecuadamente, pero… ¿¿quién lo va a administrar?

De todos es sabida la desconfianza hacia los partidos políticos, hacia nuestros presuntos representantes populares, hacia las autoridades de todo nivel, porque hemos visto reflejados los excesos con que se conducen. Hoy en día circula, nada más en redes sociales, el hecho de que una funcionaria ha adquirido cremas de belleza con recursos oficiales, por mencionar algún caso.

Y los mexicanos solidarios vemos la forma en que gente como Chicharito, Lady Gaga, Cristiano Ronaldo, Leo Messi y artistas y gobiernos de otros países donan dinero. La duda sigue, y es la fama que hemos cosechado a través de los años y los Duartes, los Borges y los que están ya encerrados pero que no han soltado un solo peso de lo mucho que, sabemos, se robaron y la justicia ha tardado en documentar, haciéndonos pensar que para navidades estarán comiendo pavo en sus casas, libres de culpa por extrañas razones.

No. Necesitamos confiar en la autoridad, pero para ello, se requieren acciones contundentes que nos hagan creer en ellos, ya que, de otra forma, difícilmente podremos pensar que va en serio el asunto de ayudar.

Hoy pensamos que en cada estado valdría la pena instrumentar un programa de viviendas tipo interés social para que todos nuestros compatriotas tengan donde guarecerse del tiempo que viene y tener un pequeño patrimonio. Son muchas las casas que se requieren. Probablemente un programa en el que se otorgue material producto de las donaciones, así como de recursos oficiales, y la mano de obra que la pongan los damnificados, tuviera buenos resultados para muchos. Es cuestión de ponerle ingenio para que el dinero alcance más.

Decía un ex rector que cuando uno hace mil cosas buenas no pasa nada, nadie dice nada, pero con una mala se hace un ruido tremendo y mancha para siempre una reputación hasta ese momento intachable.

Es por eso que no confiamos en ellos, en los que, antes del terremoto dijeron todo lo que tenían que decir de sus contrincantes políticos, y hoy, desde el día 19, han permanecido mudos, callados, sumidos en un anonimato que ofende.

Gente como esos porros políticos o los que de plano se perdieron son los que podrían haber hecho algo porque cambiemos la opinión de la autoridad.

Hace falta calidad moral, y esa no se adquiere por decreto ni se compra: se construye con ejemplos, con acciones reales y francas, honestas y bien intencionadas que dejen beneficios a la gente.

Y usted, por favor, independientemente de ello, busque una opción y sigamos ayudando, que mucha falta hace aún.

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