Con la fresca me levanté cantando, el viento movía acompasadamente las copas de los árboles, me sentí despierto, me sentí inspirado, con esa sensación de haber logrado algo importante, no tuve que pensar tanto para recordar que tenía ya tiempo de no ver en mi amada esposa una sonrisa dibujada en su hermosa cara; entonces, acepté, que mi motivo para sentirme feliz, era el mismo motivo que hacía feliz a María Elena.

Con la fresca me levanté, con el deseo ferviente se ser diferente, no dejé en ningún momento, que mi mente me hiciera caer en ese juego preocupante, de sentir que el tiempo vuela y me va empujando a donde quiere; éste día, le dije: Yo me muevo como quiero, viento amigo, porque tengo intacta mi voluntad y la fuerza necesaria para hacerlo; adiós, le dije al pesimismo, a la apatía, al desánimo, a esa indeseable sensación de que me tiene qué doler algo para estar acorde a le edad; ahora sé que mi medicina, fue esa hermosa sonrisa que había dejado de ver desde hace ya algunos años. Por qué no sonríes más seguido, le dije a mi mujer, y ella, tratando de disimular esa alegría que lleva dentro, pero no puede ocultar, pues su bella sonrisa la ha delatado, me contestó, intentando de hacer un gesto de desagrado, así, como lo hacía antes, como lo empezó a hacer desde que alguien le hiciera sentir el peso de los años.

Hoy me levanté con la fresca y me puse a trabajar sin descanso, al grado que mi mujer se sorprendió al verme y me preguntó: Pero, ¿qué te ha pasado? de dónde sacas tanta energía, volteé a verla y ella pudo notar en mi cara la alegría que de adentro se me ha escapado, y le contesté: Nada mujer, nada me ha pasado, sólo que al verte sonreír de nuevo, me has vuelto a la vida, y dime, ¿cómo ves ahora con la fresca de este nuevo día? Veo, me dijo, más colorido, con un ánimo renovado, como para ver lo bueno que ha sido Dios con nosotros, ahora que le ha devuelto la claridad a mis ojos, cuando ya me había resignado a ver todo a medias, entre una bruma que llegaba temprano y hacía más oscuros mis días y más largas mis noches; con la fresca te levantaste y como el buen samaritano me has auxiliado; ¿entiendes lo que te digo? Claro, mujer, le dije: ¿Cómo ves ahora tú la vida?

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