La especulación sobre el desarrollo de la política es la expresión del juego. Se pega al que se fue; se critica al que está, y se espera que el siguiente solucione. El pasado es referente para hablar, culpar y eximirnos de responsabilidades; se especula y juega con los que vienen. En general, no valen madre; sabemos que prometen y prometen, y nada. Lo seguimos viendo, lamentablemente.
Los candidatos hartan con propaganda simplona, ridícula, que hace lo posible para alentar especulación, duda y esperanza. Todo es posible hasta que se asienten los triunfadores del proceso electoral, en meses, una equivocación terrible surge. Son candidatos en función de los partidos políticos, no en función del gusto social. La enseñanza reciente es que al PAN lo asalto una pandilla que lo denostó. El PRI de nuevo erró eligiendo la corrupción y Morena mostró que en Tamaulipas no es partido político, es un grupo de asaltantes del poder que se venden al postor en turno.
La política es un deporte democrático. Todos creemos entender lo que pasa en la arena. Parece que no se necesita ser especialista para comprender de política pues en la realidad, la gran mayoría sufre sus desastrosas decisiones. En el actual siglo llevamos gobiernos federales por 3 partidos políticos y seguimos a la espera de que los resultados avelen sus promesas reiteradas de bienestar.
El pesimismo que nos invade tiene relación directa con historias que conocemos, que heredamos y vamos heredando. Es tiempo de que recuperemos la memoria. Los partidos políticos olvidan al pueblo. En Victoria y Tamaulipas lo hemos vivido de manera abundante. El dinero se extrae del presupuesto sin que se convierta en obra cara, ya no se hace obra; se roba, se drena el presupuesto con feroz rapiña y justa impunidad pues ni entre gobiernos de diferentes partidos la justicia prevalece. El presupuesto es la piñata para un selecto grupo de fiesteros.
La divisa de plata o plomo se aplica a la opinión pública con una variante, solamente plomo. Mientras en la élite política los grupos se alían y deciden, en el pueblo, a nivel de cancha hay angustia, pleito y denostación.
El gobierno, signo de identidad del país, se ha convertido en un grupo de ratas con ropas decentes. Mire con frialdad a sus autoridades y a sus exautoridades; eso son, eso hemos permitido que sean. La historia de México es prueba de cómo hemos vivido con la esperanza como aliada, sometida ante la constante y empobrecida realidad. En cada proceso electoral aparece un sinfín de ilusiones auspiciadas por los candidatos sin mancha, por candidatos limpios de pecado que osan lanzar piedras contra los pecadores y finalmente, de manera masoquista regresan la desilusión, la inconformidad, la desesperanza en un ciclo que no rompemos por dejadez de espíritu.