Mientras México buscaba ayer la joya de la corona electoral, la renovación de la Presidencia de la República; Tamaulipas vivía un rostro diferente del mismo proceso en tres escenarios posibles:
El primero, el tamaño del miedo; el segundo, la sombra de la sospecha y el tercero, la simple ineptitud.
Por lo menos es lo que se desprende de la huída, del abandono brutal protagonizado por 16 mil 660 funcionarios de casilla, de la responsabilidad que habían aceptado con mucha anticipación. Cuatro de cada diez, como asienta la voz popular, “aventaron el arpa”.
Permítame referirme a cada una de las posibilidades planteadas.
En lo personal, para no inquietarme más de lo tolerable, prefiero pensar en la primera mencionada y que la causa real de esa fuga vergonzosa haya sido el temor a la inseguridad. La violencia, todos lo sabemos, es una amenaza permanente en el Estado desde hace mucho tiempo y era casi natural, hasta esperado, que algunos funcionarios renunciaran a última hora, víctimas del temor. Lo inaudito es la cifra.
¿Por qué prefiero quedarme con esa percepción?
Porque la segunda explicación de esa estampida, que nace de la clásica frase “piensa mal y acertarás”, me provoca aún más escozor.
Es imposible soslayar la sombra de la sospecha en esa retirada masiva. El miedo puede ser el origen como menciono líneas arriba, pero fue tan radical esa acción que inevitablemente aparece como posible causa un plan premeditado. Los más de 41 mil ciudadanos que habían sido elegidos sabían perfectamente de antemano a qué iban y en qué condiciones participarían. Y aceptaron. Resulta extraño en extremo que el mismo día y prácticamente a la misma hora decidieran más de 16 mil de ellos quedarse en sus casas.
¿Quiénes pudieron operar un plan de esa magnitud y beneficiarse de ello?… esa es una pregunta que queda en el aire.
El tercer escenario es mucho más sencillo.
Podría ser que al INE y al IETAM, para el caso es lo mismo porque coincidieron en la organización y control de estos comicios, les haya pasado lo que les sucede a los malos restaurantes. No están preparados para un lleno casi total de sus establecimientos por lo cual sus meseros, como se dice coloquialmente, “se hacen bolas”, no saben qué hacer y terminan por aventar la toalla.
Esta explicación podría parecer hasta pueril, pero en un país como el nuestro, en donde las cosas se llevan a cabo muchas veces al “ahí se va” o bajo la frase de “en el camino se acomodan las calabazas”, no deja de ser una opción potencial para aclarar semejante desaguisado, que aumenta su credibilidad si recordamos que a las 2:30 de la tarde todavía faltaban más del 20 por ciento de las casillas por abrir. Desorganización pura.
Así que puede elegir usted entre las opciones citadas –si no es que usted tiene otra– para tratar de entender qué pasó con esos 16 mil 600 funcionarios que casi al parejo tal vez optaron por quedarse a ver el Mundial de Futbol y mandaron al cuerno a quienes “les tocaba” de los 2 millones 628 mil tamaulipecos que forman el padrón electoral.…
LA LEY ABSURDA
Ayer quedó demostrada la estupidez de una norma. La llamada en forma popular Ley Seca.
Fue atroz. Como nunca, corrieron en Victoria y en Tamaulipas ríos de cerveza y licor. A raudales, en una especie de festín de alcohol, como si esas bebidas se fueran a acabar durante meses, hasta para quienes habitualmente no lo hacen.
¿Para qué sirve esa prohibición?
Sólo para una cosa: atiborrar las cajas registradoras de depósitos, tiendas de conveniencia y supermercados. Como siempre sucede, lo prohibido es lo más deseado y más consumido. Desde el viernes los anaqueles se vaciaron.
Hoy esos negocios esperan con ansia otra edición de esa ley. Hoy, espero que el gobierno entre en razón, deje de pensar que se puede ser abstemio por decreto, haga a un lado esa limitación y confíe más en los ciudadanos…
QUE SEA LO MEJOR
A la hora de cerrar este espacio no había resultados de las elecciones. Lo que haya decidido el pueblo que se respete y que sea para bien de todos…

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