Hay días como estos, y últimamente de los mismos, en cuestión de atención médica del adulto mayor. Ya lo había comentado antes, de un tiempo para acá, el 80% de mi consulta es geriátrica, y con ello, las necesidades de mis pacientes se acrecientan; pero siempre he notado, que hay algo que les duele más que el sufrir sus propias patologías y las múltiples complicaciones, y esto es, el sentimiento de soledad que los abruma.

El paciente senecto, vive de añoranzas, y esperanzado en recuperar su valía como ser humano y como ser amado; y es que, con los años, muchos se van quedando solos y en el desamparo, porque sus familiares, entre ellos, sus hijos, se olvidan de sus progenitores, y prácticamente los abandonan; de ahí que es frecuente que una bondadosa vecina los acompañe y realice todo el trámite para acceder a la consulta.

Ayer en mi consulta, se percibió el aroma a soledad, y al término de la misma, algo de cada uno de ellos se quedó conmigo, y algo de mi ser se fue con ellos, y aunque el momento de cada uno a mi lado, podría haberme dejado triste, preferí quedarme con la sonrisa del que se sintió acompañado en el proceso, preferí quedarme con la mirada de gratitud por lo que ellos consideraron era mi mejor esfuerzo por auxiliarlos; me quedé también, con la satisfacción y la alegría de saber y de sentir que mis otros viejos, los más cercanos, hasta ahora están muy bien acompañados, aunque en ocasiones, el  hecho de estar un par de horas solos, les pareciera toda una eternidad.

En muchas ocasiones me siento solo sin aún estarlo, no porque sea un adulto mayor en camino hacia la senectud, esto es, porque extraño a mis amigos, los que ya se fueron, los que viven lejos, y extraño también todas las oportunidades que he tenido y he dejado ir, sin haberles hecho sentir a todos mis seres queridos lo mucho que significan para mí.

enfoque_sbc@hotmail.com