COVID- 19 comienza a disiparse y los Gobiernos retiran medidas de distanciamiento y confinamiento, que dieron frutos a una sociedad intranquila, desconcertada y más desconfiada derivado de información que confunde, desinforma, no establece bases ni criterio. Falta de confianza en las instituciones es la constante mundial. La economía es el punto para reactivar, aunque con miedo de abrir en un escenario en el que el virus se pudiese intensificar, lo que genera duda y desasosiego.

Los economistas saben que recuperar la normalidad, aunque no sea la que a priori existía, es necesario. Hay empresas que se juegan su liquidez en un lapso de falta de ingresos y civiles que logran consuelo en un desconfinamiento que permita salir sin restricciones; por necesarias que sean, y sin la preocupación de conservar su empleo. Hay algo que se debe tener claro, no se debe dejar solos a empresarios y comerciantes. El ingreso del empresario es el gasto del consumidor, paradoja en la que el ahorro absoluto lleva a escenarios indeseados para la población.

Si observamos los principales indicadores de expectativas de la economía europea luego de sufrido de forma intensa los efectos COVID- 19, se observa pesimismo de los consumidores. La economía europea presenta indicador de confianza de los consumidores que se situó en el mes de abril, en su nivel más bajo (Comisión Europea) Es un reto a tener en cuenta cuando en México se abra el confinamiento y se reinicie la actividad económica.

En la Unión Europea, la confianza de los consumidores se cayó a 22 puntos. Los indicadores que tratan de reflejar expectativas muestran que los consumidores están en su lado más pesimista, exacto al que temen los empresarios. Reabrir y disipar un shock de oferta, sin acompañamiento de las expectativas, deriva en shock de demanda negativo, desplazando la demanda del consumidor y provocando que el ingreso de las empresas se merme, en igual medida como las personas sientan que llega una crisis económica y deben ahorrar.

En España, la tasa de desempleo se sitúa en 22%, una quinta parte de la población activa en situación de desempleo; provocando descenso en nivel de renta, situación que puede empeorar pues 70% de la población española, tras el confinamiento, pretende ahorrar, lo que acota notablemente su consumo. Un 70%, al que se le une un 42% de los encuestados que recorta gastos para afrontar la crisis, y 50% de los mismos que afirma posponer gastos previstos hasta escenarios futuros favorables. Un 90% de los encuestados ofrece visión pesimista sobre la economía española para los próximos años.

Un ahorro que genera sensación de tranquilidad, que al paso de meses, es verdugo para la economía doméstica; pues el empleo depende del consumo y de la actividad de la economía real, escenario que para evitarse exige que la población incremente su ingreso y consuma más allá de lo necesario para reactivar la economía, consumo del que dependen los empresarios y de no tenerlo se perderán miles de empleados.

El consumo va a jugar papel clave y no habrá recuperación económica sin consumo.

Los ciudadanos juegan papel determinante en la recuperación económica, en lo sanitario, con su responsabilidad personal y social.