¿Y tú en qué sueñas? Me preguntaba un amigo; le contesté: Te diré, que hasta hace tres meses por tener muchas cosas en que pensar, debido a mi trabajo, el que por cierto, me absorbía muchas horas de día, al llegar la noche e irme a acostar, en ocasiones, todavía meditaba un buen rato en cómo resolver algunos asuntos que quedaban pendiente, pero cuando por fin el sueño me vencía, sentía que éstos eran muy superficiales, por lo que pienso, que mi cuerpo tenía como prioridad, tratar de repararse y no deseaba tener interrupciones con sueños angustiosos, que activan sustancias estimulantes y mantienen tenso el cuerpo; pero cuando el cansancio me vencía, lograba caer en un sueño profundo; dicho de otra manera, en ocasiones llegaba a dormir arrastrando conmigo las preocupaciones, de ahí que los sueños prácticamente eran pesadillas; solamente cuando en mi día a día recordaba a algún ser muy querido, Dios me regalaba sueños muy placenteros, soñaba pues a mi padre, a mis abuelos, a mis amigos que ya se han marchado, o los que aún viven y no nos vemos con frecuencia.

¿Y qué cambios han ocurrido en estos últimos tres meses? Bueno, mis preocupaciones ahora se circunscriben a adoptar una nueva forma de vida, para adaptarme a los nuevos retos que nos exige el tener que compartir el entorno con un virus diseñado para limitar la movilidad y el contacto físico, que nos obliga a aplicar medidas preventivas más estrictas para evitar el contagio, y le imprime una buena dosis de miedo, al grado de no desear enfermarse, para evitar todos los procedimientos médicos y administrativos, que no garantizan la vida y que de salir librado de ellos, todavía se tiene que librar con una discapacidad temporal o permanente, lo que condena a no tener una buena calidad de vida.

Estas nuevas preocupaciones, sin duda, repercuten también en la calidad y cantidad de nuestros sueños, por ejemplo: ayer soñé que me encontraba arriba de un puente, y al observar el lecho de un río seco, vi que un lobo gris de gran tamaño se acercaba a una casa situada en el lecho de río, caminaba seguro, parecía tener hambre, y antes de llegar al caserío se topó con cuatro perros, los cuales al verlo, se pusieron en alerta, pero no lo atacaron, al parecer midieron tamaño y fuerza, y después agacharon la cabeza y se echaron dócilmente; el gran lobo gris, seguro de su fuerza y poder, antes de avanzar, miró hacia atrás y moviendo su cabeza, pareció llamar a una loba blanca que caminaba con majestuosidad, al no haber resistencia el gran lobo gris y la loba blanca se acercaron al caserío, entonces, angustiado empecé a gritar tratando de alertar a la gente de lo que parecía un ataque inminente. Cabe mencionar que desperté en ese momento y ya no pude conciliar el sueño.

Sin duda que mi sueño pudo estar influenciado por la gran cantidad de promoción que se le ha hecho a la pandemia, pero pareciera que este asunto paralizante, sólo es el preámbulo de lo que se avecina.

Afortunadamente no soy profeta, pero entre tanta desinformación, los que aún nos mantenemos conscientes, debemos controlar nuestros temores, para pensar con mayor claridad.

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