Los españoles tienen una frase para definir a las personas que no les importa exhibirse como cínicas o descaradas si está en juego una utilidad. En la mayoría de los casos económica o profesional.
Y política, como en el caso que ocupa estas líneas.
“Es un caradura”, asientan los ibéricos.
Viene al caso citar estas palabras por la lección de doble rostro que nos regaló Ricardo Monreal ayer en su visita a Victoria y posteriormente a Reynosa.
El representante de Andrés Manuel López Obrador fue una dulzura en la capital tamaulipeca. Derramó urbanidad y mesura y cerró la puerta a las provocaciones y acusaciones. Más de uno quedamos desconcertados por el golpe de timón en materia dialéctica.
Horas después, en Reynosa, Ricardo volvió a las andadas originales. Sin extralimitarse como días antes, pero sin empacho alguno en reiterar sus denuncias sobre un presunto manoseo de las elecciones. Para enfatizar su señalamiento, mostró una carta del Secretario de Gobernación que, dijo, es un compromiso de Alfonso Navarrete Prida para no permitir que se altere la voluntad popular en Tamaulipas.
¿A cuál de los dos Monreal hay que creerle?
Intentaré ofrecer una respuesta con una perla de la sabiduría popular: “Chango viejo no aprende maromas nuevas”.
La verdad es que el zacatecano está jugando sus cartas con un ingrediente que él mismo destacó en su mensaje mañanero en Victoria: Inteligencia.
En la primera parte de su breve estancia en Tamaulipas, cuando la mayoría esperaba –incluido su servidor– que volvería a tronar la artillería, el marrullero morenista desactivó las granadas que estaban listas para responderle. Se endosó el traje de “gentleman” y logró lo que en apariencia buscaba: Llegar sin presiones a la frontera.
Lo logró. Primero conseguió el silencio y después abrió el espacio al estruendo.
No hay duda, es un “caradura”…

ROMÁNTICOS, PERO…
Ayer me acordé de Ramón Durón. Excelente recopilador de anécdotas y cuentos, publirrelacionista nato y sobre todo, un añorado amigo extraordinario.
Pero no en todo le sonrió la fortuna.
Durante su mandato municipal en Victoria, a Ramón se le ocurrió una peregrina idea: ofrecer como atractivo turístico en la capital un teleférico, el cual de acuerdo al proyecto recorrería alrededor de dos kilómetros desde una parte de la sierra a un punto cercano a Tamatán. Pero olvidó un detalle: ¿Cuáles eran los atractivos turísticos que mostraría ese transporte?
La virtual ruta mostraba a placer un escenario nada vistoso: las colonias precaristas de la zona que en algunos casos eran penosos cinturones de miseria. Y el sueño terminó antes de acabar en pesadilla.
Viene a mi mente ese pasaje por el anuncio de Xicoténcatl González, candidato a alcalde capitalino, de implementar un tren urbano que se define como “turístico”. Y es aquí donde surge la similitud: No sé cuáles sean las zonas en ese trayecto, el cual utilizaría las mismas vías del viejo ferrocarril, que sean un atractivo visual para los viajeros.
Tal vez podría ser un medio de transporte útil para algunos sectores, como el estudiantil que se maneja en el proyecto, pero el precio de una obra de esa naturaleza no parece estar al alcance del municipio y difícilmente atraería el interés de inversiones foráneas cuando su beneficio sería local.
Sin duda el plan, como suele suceder en las campañas electorales, suena bonito y mueve a románticas imágenes, pero su relación costo-beneficio no parece augurarle el éxito al mismo.
Parece este proyecto, ojalá me equivocara, enfilarse a engrosar las filas del canal turístico en el río San Marcos, de un macro parque de diversiones y del propio teleférico de Durón.
Sí, el destino del olvido…

LA FRASE DEL DÍA
“La democracia es el derecho de la gente a elegir a su propio tirano…”
James Madison

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