Me sorprende como el tema del bullying en los niños, se hace cada vez más frecuente en las conversaciones de los desayunos entre amigas, ahora convertidas en abuelas, cuidadoras de pequeños que enfrentan situaciones de conflicto en los centros educativos, públicos o privados, desde su más temprana edad.
Todavía no tengo nietos, pero eso me hizo recordar lo vivido por uno de mis hijos, cuando cursaba el quinto año de primaria.
Ya había notado las primeras señales de que algo no andaba bien. De repente, me resultaba difícil despertarlo por las mañanas y llevarlo a la escuela. Luego empezó a decir que le dolía el estómago, o la cabeza o que se sentía muy cansado.
El desgano fue creciendo y me empezó a llamar la atención que cuando lo recogía al terminar su horario de clases, en cuanto se subía al carro, se recostaba en el asiento trasero y se quedaba dormido. Lo veía retraído.
Un día al pasar al área administrativa a pagar la colegiatura, me dijeron que la directora académica quería hablar conmigo, así que me dirigí de inmediato a sus oficinas, donde fui informada de algo que me sorprendió tanto, que de verdad dudé de lo que estaba escuchando.
– “Tu hijo, noqueó un niño”, – me dijo muy seria-. Lo golpeó en la quijada y lo tiró al piso.”
– ¿Que?, ¿Cómo?, es un niño muy tranquilo – respondí incrédula.
– Pues sí, así es, precisamente por eso quise hablar contigo. ¿Hay algún problema en casa?, con sus hermanos o entre tu y tu esposo que le esté afectando?, – preguntó-. La verdad nos parece muy raro. Siempre es muy tranquilo, como dices. Jamás nos ha dado problema.
– No. – Respondí -. En casa todo está bien, no hay nada extraordinario. Pero ahora que me lo dices, yo también he visto al niño raro. Me cuesta mucho despertarlo para traerlo al Colegio y cuando lo recojo no me dice nada y se queda dormido en el asiento trasero, cuando normalmente era muy platicador y alegre. Ahora llega a casa y se encierra en su cuarto. A veces lo veo triste o enojado. ¿Aquí todo bien?, pregunté.
– ¡Por supuesto!, aquí todo bien, – me respondió de inmediato-. Como agredió a su compañero, está suspendido, no podrá venir al colegio mañana, sino hasta el próximo lunes.
– Muy bien, – le contesté-, así se hará. Ahora voy a platicar con el niño para ver que está pasando. Agradecí y me retiré.
Al salir de la dirección pude ver a mi hijo con la cabeza baja, sentado en una jardinera. Me acerqué despacio y me senté frente a él. Viéndolo a los ojos y con voz tranquila, le dije:
– Muy bien hijo, ya escuché lo que la directora tenía que decir, ahora quiero escucharte a ti, ¿quieres decirme lo que paso? ¿por qué golpeaste a tu compañero?
– ¡Porque ya me tenía harto!, – me dijo empezando a sollozar -. Cuando nos formamos para entrar al salón, él va atrás de mí y siempre me moleta, me jala el pelo, me empuja y hace que la maestra me regañe porque dice que soy yo el que lo molesta. Ya fui a hablar con la directora y con la maestra, pero no me hacen caso. Ya me cansé.
Lo abracé y le dije: Ok, vamos a resolver juntos todo esto.
Al día siguiente aprovechando que estaba suspendido, lo llevé a conocer el colegio donde estudiaban sus primos y donde fue arropado de tal manera que ahí concluyó su primaria con mucho éxito. Se ganó la medalla de oro Benito Juárez.
El acoso escolar, se ha convertido en una de las formas más crueles de maltrato psicológico al que son sometidos los pequeños a través de la intimidación, el uso de la fuerza, la burla y la humillación de la que son objeto de forma intencionada y reiterada.
Si bien no podemos negar que siempre ha existido, años atrás quedaba lejos de ser considerado un problema social como hoy en día, no se visibilizaba el daño que se ocasiona al menor y las consecuencias que conlleva en su vida adulta.
Hoy en día las redes sociales, el internet y las distintas plataformas han evidenciado todo el deterioro que sufren en su autoestima, en su equilibrio emocional, cuando se les abandona y no se les brinda la atención a tiempo.
La amenaza dentro y fuera de las aulas se presenta de muy distintas maneras, limitando el espacio para el sano desarrollo de las habilidades y la adquisición del conocimiento.
Empujones, indiferencia, crítica, jalones de pelo, rumores y falsos testimonios son solo el inicio de una cadena de situaciones que generan ansiedad y miedo en los pequeños, lo que puede terminar en una tragedia.
En esto también, es la familia la que salva. No los dejemos solos.
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