La revolución, por su naturaleza, produce gobierno; la anarquía no produce sino más anarquía…”

Gilbert Keith Chesterton

El tema se pierde en las noches de los tiempos.

Siempre ha estado envuelto en una polémica por lo general estéril, porque a final de cuentas poco o nada cambia en ese entorno.

Me refiero a las muticitadas cuotas escolares exigidas –en los hechos es el término exacto– en prácticamente todos los planteles públicos a los padres de familia, así como ala discusión histórica sobre su legalidad, necesidad y en algunos casos, hay que aceptarlo, abusos.

La pregunta generalizada de si son buenas o malas, se rinde ante la médula de esta práctica. Fuera de su bondad o maldad, el cuestionamiento debe enfocarse a otro aspecto:

¿Son necesarias?

Lamento apuntarlo, pero en la inmensa generalidad de las instituciones educativas de este tipo no sólo son necesarias esas cuotas, sino que en ocasiones llegan a ser indispensables para la supervivencia física de las mismas y para la salud del alumnado y docentes.

La razón de este escenario se desprende de las mismas autoridades del ramo, que destinan una abrumadora parte de su presupuesto a los salarios, compensaciones, becas y cursos académicos y dejan márgenes casi invisibles para la conservación de la infraestrutura de esos centros de estudios, sin importar su nivel de preparación.

No escribo sobre las rodillas. Durante décadas cualquier padre de familia que ha tenido y tiene a sus vástagos en una escuela pública –en su momento me conté entre ellos– sabe perfectamente que sin esa cuota, donativo o como guste llamarle, no hay ni un miserable rollo de papel higiénico en los baños, ningún mesabanco se puede reparar, una nueva pintura de aulas, oficinas y fachadas es un sueño guajiro y los jardines convertidos en páramos son una patética caricatura de su origen, por citar sólo unos cuantos aspectos básicos.

Ya escucho los reclamos sobre la imposibilidad económica de muchas familias sobre que si no tienen dinero para la alimentación adecuada en su hogar, mucho menos disponen de él para conservar en condiciones dignas a una escuela. Tienen sobrada razón quienes así lo señalan.

Pues malas noticias: Mientras las pomposas secretarías de educación tanto federal como estatales, no tomen en cuenta la importancia de la problemática que se deriva de dar mantenimiento a un plantel, estos se caerán en pedazos sin el apoyo económico de los padres de familia. No es exageración.

¿Hasta cuándo entenderán eso las flamantes autoridades?

Sólo Dios o el Diablo lo saben, porque este grave abandono existe desde muchas décadas atrás y casi nadie se molesta en voltear a verlo. Esos personajes no entienden o han caído en la cómoda postura de fingir que no entienden, mientras los paterfamilias les resuelven ese atraso.

Y por lo que se ve, temo que el presente no será una excepción

UAT: DOS ACCIONES POR LA SALUD

La Universidad Autónoma de Tamaulipas acaba de dar dos pasos que refuerzan el perfil humanista que desde hace varias rectorías –y la de Guillermo Mendoza lo ha refrendado– ha asumido esta casa de estudios.

Las dos acciones van orientadas a la salud: Una dirigida a la búsqueda de reducir en lo posible el consumo de tabaco y la otra a fortalecer el combate a un mal que requiere unir fuerzas para derrotarlo: El Covid 19.

Bienvenido el par de programas, porque serán aplicados entre quienes a corto y mediano plazo tomarán el control del Estado y del país: Los jóvenes.

Bienvenidos porque dejan claro que no todo en la UAT es enseñanza, sino también voluntad para ayudar a la sociedad en general a vencer obstáculos que en los casos específicos del tabaco y el coronavirus, han provocado tantas tragedias como dolor por las pérdidas humanas que han dejado a su paso…

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