Y sin esperarlo, salió corriendo a recibirme, al regreso del trabajo; así… así como solías hacerlo tú, antes de que todo se volviera rutina en nuestra vida.

Así… así como tanto me gustaba, sintiendo tus brazos asidos a mi cuello y tus labios a mis labios.

Así… así, mirándonos de frente, contemplando la luz en nuestros ojos, evidenciando, sin disgusto, el amor que nos teníamos, adivinando nuestros gustos, tomados de las manos, para no desviarnos al final del camino, para llegar al sitio donde se encontraba la sorpresa que querías para mí.

Así… así con tu sonrisa fresca, enamorada como yo de ti, como siempre he estado, como anhelo, como siempre consentí.

Así… así, repasando nuestro día, compartiendo nuestro esfuerzo, forjando el porvenir.

Así… así, sintiendo que en la vida nada podría derrotarnos, porque dentro de los dos habitaba Dios y con el amor que por mucho tiempo nos hacía felices día con día.

Así… así, soñando juntos con las mismas cosas, sintiendo que tú eras mía y yo era tuyo.

Así… así, quiero sentir de nuevo, sin ningún reniego que nos recuerda a cada instante que ahora lo tuyo es tuyo y lo mío es mío, que nuestros gustos son ahora diferentes, que nuestros sueños se esfumaron para siempre y sin embargo, pensando que no es desamor lo que desvía nuestros pasos y suelta nuestras manos, separa nuestros labios y apaga la luz de nuestra mirada enamorada, culpando al tiempo del triste desvarío, que nos invita a resignarnos a morir de frío.

Y sin esperarlo, ayer cuando llegue cansado del trabajo, salió corriendo a recibirme, y sus pequeños brazos asidos a mis piernas, y su sonrisa fresca, y la luz de su mirada viendo arriba, al cielo, al mismo cielo que cobijó los grandes anhelos de dos enamorados.

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