Los contagios por coronavirus aumentan. Las cifras de nuevos casos son como las de finales de abril, cuando las horas pasaban entre paredes. Días de miedo a la enfermedad, incertidumbre, que pasaron factura psicológica a la mitad española. Oír de una segunda ola (si es que este rebrote no lo es) e incluso de confinamiento, hace temblar a muchos. No se está preparado psicológicamente para ninguno de estos escenarios. No estábamos en la primera ola, menos para la segunda, afirma el Colegio de Psicólogos de Madrid. Estos 2 meses de nueva normalidad no logran reestablecer el nivel de estabilidad psicológica que teníamos antes de la crisis.

Según el texto, Consecuencias psicológicas de COVID-19 y confinamiento, por la Universidad Vasca y otros 5 centros, 46% de los españoles mostraron malestar psicológico en diferentes niveles al terminar la cuarentena, más significativo en mujeres. La Asociación Nacional de Psicólogos Clínicos señala que en España al año hay 8% a 10% de la población con problemas de salud mental, actualmente es 15% a 20%”. Irritabilidad, angustia, miedo a perder a los seres queridos, problemas de sueño, estrés, agorafobia, depresión son manifestaciones.

Preocupan los datos y lo que viene. Vemos septiembre con temor y desolación, dice el Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos que pide responsabilidad ciudadana y evitar un nuevo colapso sanitario. Confiesan estar lastrados por el cansancio de meses de trabajo intenso y jornadas agotadoras y saben que no están preparados para la segunda ola. Necesitan 6 meses para recuperarse de secuelas psicológicas. Uno de cada cuatro profesionales sanitarios experimenta ansiedad, alteraciones del sueño o síntomas depresivos. El fin de las vacaciones y la vuelta a la ciudad va a juntar gente de zonas con diferente situación epidemiológica. Se informó de más de 16 mil contagios durante el fin de semana del 15 de agosto. No hay respuestas para las preguntas: ¿cuándo dejaremos de llevar mascarilla, qué pasará con el verano 2021, qué posibilidades hay de confinar por comunidades autónomas? y esa falta de control produce ansiedad.

Se vive un estado de alarma intenso constante, es agotador. Las pautas de higiene adoptadas al salir producen tensión, saber que un contacto con un positivo lo aleja dos semanas de la vida genera inestabilidad y saber que no hay fecha para la vacuna genera ansiedad. Hay que aprender, es un problema a largo plazo y el virus llegó para quedarse. El ser humano hace esfuerzos cuando cree que merecen la pena, pero la falta de resultados hace que decaiga el ímpetu y la desilusión es antesala de la depresión. Si hice un gran esfuerzo y no hay resultados, ¿para qué seguir?

Nuestros abuelos vivieron la Guerra Civil, en Europa, dos guerras mundiales. Esta generación está acostumbrada a la vida fácil, no han tenido que hacer esfuerzos, por eso le cuesta aceptar medidas para contener la pandemia, son los más tocados psicológicamente, el grupo de 18 y 25 años presenta nivel alto de estrés, ansiedad y depresión tras el confinamiento, por encima del rango de 26 a 60 años. Fuera de terreno económico, un confinamiento es inviable a nivel psicológico y aboga por restricción en áreas sanitarias localizadas.

El panorama es complicado, con optimismo. Con confinamiento, con nueva ola o lo que esté por venir, abogan la resiliencia innata del ser humano. Su capacidad para superar circunstancias traumáticas y reinventarse en la adversidad. Las pandemias son parte de la historia y todas se superan. Hay que mantener la actitud combativa, es la forma de enfrentarse a una segunda ola o la restricción de libertades que pueda venir. La dejadez empeoraría la situación. Es claro que el confinamiento bajó los contagios y eso es el objetivo. Hay que fortalecer los vínculos afectivos de apoyo, podamos o no, ver a gente.