En el ritmo de la Liturgia de la Iglesia Católica hoy se celebra el cuarto domingo de Adviento. Y en el texto evangélico, Lc 1, 26 – 38, se presenta para la reflexión el texto que habla sobre la Anunciación a la santísima Virgen María. En el contexto de la liturgia del Adviento el texto lleva a meditar lo que dice un prefacio de Adviento: “A quienes los profetas anunciaron, y la Virgen esperó con inefable amor de Madre”. Es presentada María como el modelo auténtico de preparación espiritual a la Navidad. Por su fe María es la protagonista y testigo único de la Encarnación. Este misterio fue objeto de su asidua e íntima meditación porque la fe no es una improvisada llama fugaz, sino fuego tranquilo y constante.

La tradición cristiana asocia esta página del Evangelio escrito por san Lucas a la página del libro del Génesis en donde la primer mujer,, en diálogo con “el ángel de las tinieblas, consiente a su propuesta. María declara su generoso consentimiento al “ángel de la luz”. La herida de la desobediencia de Eva fue sanada por el bálsamo de la obediencia de María, la cual en el momento que se le propone ser la Madre de Dios, se declaró la humilde sierva que aceptaba hacer la voluntad de su Señor. El sí de María ha sido el principio de su grandeza y de la de los seres humanos, de nuestra más verdadera y urgente liberación. Dice la carta a los Hebreos que Cristo “aun siendo Hijo, por los padecimientos aprendió la obediencia; y llegado a la perfección, se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen” (Hb 5, 8 – 9); y es Cristo quien da la gracia de encontrar la felicidad en la obediencia a Dios.

Por otra parte, este domingo también se celebra lo que se llama Nochebuena, y mañana Navidad, es decir, todo lo que la Iglesia invitó a prepararse durante el tiempo de Adviento hoy ha llegado la gran solemnidad, la gran fiesta. Se celebra el gran misterio de la Encarnación: Dios se hace hombre por amor a la humanidad. Eso es Navidad. Es necesario contemplar este misterio, esta fiesta con alegría.

Contemplando el gran amor de Dios por todos.

Cito dos textos de la misa de la noche para que ayuden reflexionar y valorar lo que celebramos en la Navidad: “Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado; lleva sobre sus hombros el signo del imperio y su nombre será <<Consejero admirable>>, <<Dios poderoso>>, <<Padre sempiterno>>, <<Príncipe de la paz>>; para extender el principado con una paz sin límites sobre el trono de David y sobre su reino; para establecerlo y consolidarlo con la justicia y el derecho, desde ahora y para siempre. El celo del Señor lo realizará” (Profeta Isaías)

Y el texto del Evangelio: “Mientras estaban ahí, le llegó a María el tiempo de dar a luz y tuvo a su hijo primogénito; lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no hubo lugar para ellos en la posada” (Lc 2, 1 – 14).

Se puede orar con las palabras de la oración de la misa de Navidad: “Señor Dios, que de manera admirable creaste la naturaleza humana y, de modo aún más admirable, la restauraste, concédenos compartir la divinidad de aquel que se dignó compartir nuestra humanidad”.

Que todos ustedes tengan una Navidad llena de paz, de amor, de alegría. Feliz Navidad.