Más fuerte que el quererte es el amarte, porque la temporalidad del tenerte se limita al espacio y al tiempo de la ocasión, que tienen como condición el deseo para encender el fuego en los cuerpos que se encuentran en la estación de plena floración y que tarde o temprano finiquita, cuando la fuerza de atracción se pierde al apagarse la llama de la pasión y al no encontrar ya en la materia de su constitución el motivo o la razón del encuentro generador de la fusión.

El amarte va más allá del pensamiento que acepta con resignación, que todo termina cuando lo que percibimos como vida, termina regresando al punto de partida, ahí, donde nació el canto del alfarero que forjara la figura consentida, para que igual se integrara al maravilloso escenario de la tierra prometida.

Yo quiero sí, sentir formar parte de tu vida, no como una remora adherida al admirado monumento de tu cuerpo, de donde emana la miel que endulza los momentos, que alimentan los motivos de pensar en ti, sólo como un deseable cuerpo, sino como parte de la esencia divina, que conformada como espíritu que es eternamente amada por su origen para darle rumbo y sentido al hombre y la mujer que fueron plantados en el huerto.

De amor quiero el adhesivo permanente, que une la energía de dos almas conectadas, que se gozan de resucitar con Cristo a una nueva vida, cuando se ofreció como Cordero Pascual y venció a la muerte.

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