Me preguntó Diego, mi nieto, en la legua original, si había en mi vida algo nuevo; extrañado por la pregunta, porque apenas me conoce, y más porque el más pequeño de mi descendencia es el más serio, pero también el más analítico, pues cada vez que nos encontramos, primero hace como si yo no existiera, después me mira de reojo, como escaneando mi estructura física, y cuando se asegura que no corre ningún peligro, se acerca a mí y va directo a lo que necesita; sin emitir palabras, extiende su mano para que lo lleve a la caja de juguetes, o le abra la puerta de la entrada para salir a examinar el terreno; ¿Qué hay de nuevo abuelo? Insistió Diego. Entonces lo tomé de los brazos para sentarlo en mis rodillas, pues él apenas tiene 1 año, 9 meses de edad y teniéndolo tan cerca, le hablé en un tono suave, seleccioné las palabras pues no quería causarle emociones que denotaran la generación de un sentimiento de temor o desconfianza, más procuré ser claro y hablarle con la verdad; mira, le dije, tal vez lo más nuevo que hay en mi vida sea un maravilloso deseo de esperanza, más no dejo de preocuparme por el hecho de que nuestra amada patria ya no sea como cundo  yo tenía tu edad, porque mis padres procuraron que fuera un niño que no tuviera mayor preocupación que la de alimentarme y tener un desarrollo feliz. Diego me interrumpió y me hizo una nueva pregunta: Pero si yo me siento feliz y mis padres igual me procuran lo necesario para tener un buen desarrollo. Tú lo has dicho Diego, tus padres, pero más allá de la seguridad del hogar y una vez que tú puedas valerte por ti mismo, tendrás que enfrentar un ambiente con demasiados peligros. ¿Y qué acaso en tu niñez, en tu juventud o adultez no había riesgos? Comentó mi nieto. Siempre ha habido riesgos, le dije, pero los seres humanos hemos descuidado tanto el cuidado del planeta, que éste, cansado de tanta violencia y ante nuestra incapacidad para resolver nuestras diferencias con amor, para vernos como hermanos, mostrará su inconformidad de manera natural. Diego se quedó callado, pensé que mis palabras lo habían asustado tanto, preocupado acerqué mi mejilla a la suya, fue entonces que me di cuenta que estaba profundamente dormido, entonces recordé lo que dijo Jesús: “No andéis, pues acongojados por el día de mañana; que el día de mañana harto cuidado traerá por sí; bástele ya a cada día su propio afán o tarea.” (Mt 6:34).

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