Desde algunos años atrás, escucho lo mismo.
Los medios escritos, auguran, están condenados a la extinción. Lo que ya reina y se fortalecerá, también aseguran, son las redes sociales, los mecanismos digitales, la comunicación online en todas sus manifestaciones.
Sin duda es extraordinaria esa evolución, pero parodiando una frase de Galileo sobre La Tierra y aplicándola a los periódicos, éstos sin embargo, se mueven.
No pretendo hacer una defensa de un medio informativo que en muchos casos está anquilosado –hay que admitirlo– pero me llama la atención un fenómeno social en ese terreno. Para advertirlo, lance una ojeada a esos años cercanos a que hago referencia líneas arriba.
Desde su irrupción en la comunicación colectiva de México, son muy pocos los casos en que una revelación en un medio digital ha cimbrado al país. Si exceptúo a doña Carmen Aristegui –no me gusta su estilo pero no niego sus dones periodísticos– me pierdo en un universo de portales y mensajes que presumen de ser virales pero que no traspasan los límites del chacoteo.
Ojalá disculpen mi necedad los seguidores de Facebook y Twitter, pero casi todos los días diarios como El Universal, Reforma, El Financiero, Milenio o El Norte en nuestro espacio regional, marcan la agenda política, económica y social de nuestro país. Provocan o anulan decisiones públicas y privadas e inciden en el rumbo nacional.
Perdón, pero no veo eso aún en las extremadamente populares redes sociales, pero también extremadamente volubles.
No tengo duda de que los medios digitales se comerán un día al mundo y a la prensa escrita. Es un destino manifiesto. Pero algo inusitado está sucediendo en ese mismo mundo y desde luego en México:
¡Cómo les está costando trabajo!…
UNA DECISIÓN PERSONAL
A mi en lo particular me deprime.
No lo entiendo. ¿Es que no existe algo que podamos reconocer como un beneficio o un logro?… ¿Es que todo lo que nos rodea es dañino o está contaminado?
No. Por Dios. No acepto esa visión.
Leo la prensa, me asomo a las redes sociales, veo y escucho informativos, foros y programas de opinión en medios electrónicos y sólo alcanzo a distinguir una o dos noticias positivas. Y lo que es peor, la mayoría son pagadas.
No quiero dejarme envolver por esta percepción retorcida de mi país, de sus autoridades y en general de su sociedad.
No lo permitiré en mi mundo personal.
Seguiré reconociendo que residimos –y muchos de quienes insultan y satanizan son pruebas de eso– en un país donde las libertades se fortalecen día tras día, donde la impunidad está cediendo espacios y donde ser corrupto es cada vez menos fácil para quienes gustan de esa práctica. Todo, pese a la grave, gravísima inseguridad que padecemos. ¿Por qué empeñarse en negar eso?
Llámenme iluso. Siempre será mejor que vivir hundido en el catastrofismo. Eso, no es vivir…
COMPARACIONES AGRADABLES
Le invito a hacer un ejercicio de comparaciones. De esas que dicen que son odiosas precisamente porque arrojan realidades y a algunos no les gusta enfrentar las suyas.
Victoria es en Tamaulipas el municipio que en proporción a su gasto público y número de habitantes, es donde más se ha invertido en el año que está por concluir, en pavimentación y arreglo de vialidades.
Me causa dos efectos agradables lo anterior. Primero, en lo personal me gusta porque soy residente de esta capital y recibo en forma directa ese beneficio. Y el segundo es que me satisface presenciar que no se aplica aquí el pretexto de muchos alcaldes de que no hacen obra, porque no hay dinero.
Una sugerencia: Pídanle a Oscar Almaraz la receta…
Twitter: @LABERINTOS HOY