Los “no lugares”, carecen de identidad, son estructuras uniformes iguales, no importa en cual parte del mundo se encuentren (Starbucks, McDonalds) Los aeropuertos son máquinas arquitectónicas, diseñadas con el propósito específico de mover de manera eficiente a las personas. Cada aspecto de la estructura y la disposición del edificio se diseñan estratégicamente. Tranquilizar a los pasajeros en su estancia en el aeropuerto es importante y es fundamental que sigan reglas y respeten la autoridad. Para ambos objetivos, usan señales.
Una de las principales son las “de orientación”, sugerencias visuales que llevan a los pasajeros a las puertas de embarque de manera rápida y eficiente sin que se enteren de son arreados. El aeropuerto perfecto es en el que uno se guía de forma natural por el entorno. Si al caminar por un aeropuerto y tienes la sensación de que vas en la vía incorrecta, es posible que respondas de manera inconsciente, a las señales de orientación.
Hay algo estresante: pasar por el proceso de seguridad. Los procedimientos de seguridad existían, pero en el área de control se respiraba aire relajado, con mezcla de pasajeros apurados y familiares que venían a las puertas. En la actualidad, los aeropuertos son una fortaleza, que en la mayoría de las áreas alberga viajeros verificados, sometidos a un exhaustivo escrutinio de seguridad: máquinas de rayos X, revisión de posibles residuos de explosivos en las maletas, varias instancias de revisión de documentos. En el pasado los pasajeros eran clientes, ahora se espera que sean civiles que expanden el trabajo de los policías de la seguridad más allá de los puntos de control. Los avisos en los aeropuertos recuerdan a los pasajeros, de manera constante, que ellos son la última línea de defensa contra los terroristas. Si ves algo, dilo.
Pero el aspecto más desalentador de la seguridad es que resulta ineficiente. En 2017, en Estados Unidos, inspectores de Seguridad Nacional pasaron réplicas de armas, explosivos y cuchillos, sin ser detectados 70% de las veces en aeropuertos del país, mejora respecto a 2015 con 95%. El terrorismo es infrecuente, y la mejor manera de defenderse es la investigación, la inteligencia y la respuesta de emergencia.
La seguridad aeroportuaria reafirma confianza del pasajero con nueva revisión, quitarse el calzado después de un intento de “zapato-bomba” en 2001, o confiscar líquidos después del intento con explosivos líquidos en 2006, calman, pero no predice cómo los potenciales atacantes reinventarán técnicas. Sorprendente, pero escaneos faciales, búsquedas aleatorias y la proliferación de uniformados están allí para que la gente utilice el aeropuerto. Lo que sigue después de los puntos de control es la razón por la que los diseñadores desean que te sientas seguro: las compras.
Después de recoger pertenencias se ingresa en “la zona de recomposición”, área con bancas y puesto de café, donde la gente se recompone del paso por seguridad. Hay avisos de tiendas y restaurantes, señal que dice al cerebro, tiempo de comprar. Se transforma de viajero estresado, en cliente. La primera zona de compras está después del paso de seguridad, lo que obliga a pasar antes de abordar. Muchos pasillos del aeropuerto están desviados a la derecha pues la mayoría es diestra y tiende a mirar en esa dirección. Este diseño se hace porque el viajero es cliente perfecto. Si puede comprar un boleto de avión, tiene ingreso disponible, y después del estrés está en modo auto-recompensa (dura una hora), “la hora dorada”.
Algunos aeropuertos muestran la puerta de embarque 25 minutos antes del horario del vuelo para maximizar el tiempo de compras y para que el pasajero esté en “modo de compra”, es fundamental que el diseño incite a la calma, y para lograrlo se da al pasajero, ahora cliente, la sensación de que está en control de la situación. Otro ejemplo son las pantallas con información de los vuelos en lugares visibles del aeropuerto. Pero cualquier sensación de control en un aeropuerto contrasta con la realidad de que somos audiencia cautiva.
Hay aeropuertos exitosos en su misión de convertir a los pasajeros en clientes y se han convertido en destinos en sí mismos. En Singapur y Corea del Sur cuentan con salas de cine. En Denver, tiene pista de patinaje sobre hielo y en Estocolmo, una capilla de bodas en pleno funcionamiento.
El futuro del aeropuerto es la “aerotrópolis”, forma urbana orientada a los viajes globales que cuenta con espacios de vivienda temporal para una fuerza laboral cada vez más nómada con las comodidades de una ciudad. La aerotrópolis crea algo de la nada, transformando el aeropuerto de “no lugar” en espacio con identidad propia.