El tema parece haberse convertido en Tamaulipas, con todo respeto para la feligresía cristiana y católica, en una especie de Santo Grial de los candidatos a gobernador.

Me refiero a la segunda línea del acueducto de la presa Vicente Guerrero a Ciudad Victoria y en forma colateral a algunos municipios aledaños.

Sin duda, el severo desabasto de agua para esta región es como un puñal en un pie, porque no mata pero lastima en cada paso que se da y lentamente conduce a consecuencias más graves.

Por sus implicaciones humanas y productivas, nadie puede escatimarle un gramo de importancia a una obra de esa naturaleza y ciertamente sería de alto beneficio. Lo saben bien los aspirantes a gobernar al Estado y por eso lo ponderan en sus discursos, pero…

Siempre hay un pero.

En ese contexto hay una pregunta que parece nadie ha tomado en cuenta:

¿De qué servirá una segunda línea para traer agua a la capital del Estado y alrededores, si no hay líquido que transportar?

No hay que ir lejos para responder: De nada serviría, como en estos momentos tenemos constancia. Hoy mismo podría estar ya operando esa segunda línea y hasta una tercera y sería lo mismo: No tendríamos agua, por la sencilla razón de que la presa está casi seca.

Sin agua que distribuir, la segunda línea mencionada sería como ponerle un motor extra a un vehiculo que no tiene gasolina para moverlo. Sería muy potente, pero en los hechos inservible. Uno de esos casos raros de lo que llaman el útil inútil.

No quiero decir con esto que no se debe concretar esa obra. Algún día lloverá en forma suficiente para volver a llenar o medio llenar ese vaso y las sonrisas resurgirán en los promotores del proyecto y beneficiarios del mismo, pero de ninguna manera eso garantizará que no vuelva a registrarse otra sequía histórica y que los victorenses no volvamos a sufrir otro drama como el actual.

Bien por la segunda línea, se necesita y con urgencia por el crecimiento demográfico de estas latitudes.

Pero en forma paralela, quienes lo proyectan deben, tienen que pensar en fuentes alternas de suministro, sistemas fluviales o lagunarios lo más cercanos posible que sean una opción razonable para construir otros acueductos y traer el elemento a la zona afectada, para impedir que los residentes del centro del Estado nos mantengamos con el Jesús en la boca cada vez que se retrasan o no aparecen las lluvias y se deseca la presa o los manantiales y pozos que reciben el líquido de las descargas serranas.

Alternativas las hay y deben evaluarse como solución factible y no sólo como una obra monumental que primordialmente sirva para perpetuar el nombre de su impulsor. En el equipo de César Verástegui, me consta, hay propuestas de algunos de sus integrantes que no han sido tomadas en cuenta.

Vamos candidato, escúchelas. Quizás sean las obras que en los hechos lo harían, si los votos lo conducen a ese cargo, el gobernante mejor recordado…

¿Y LOS DEMÁS CASOS?

Qué lamentable es el caso de la chica Debhani Escobar. Por dos razones.

La primera es obvia: Por su violenta muerte y las dolorosas circunstancias que provocó esa desaparición entre sus seres queridos. A nadie se le desea sufrir un pesar tan atroz.

La segunda es por lo que han hecho del caso, como si se tratara del único registrado en México. Paralelos al trágico destino de esta víctima hay miles más de ataques a jovencitas y hasta niñas asesinadas o desaparecidas que nunca tuvieron la atención que hoy se prodiga a Debhani y han quedado en la oscuridad sin la mínima posibilidad de conocer que suerte tuvieron o quiénes fueron sus verdugos.

Ojalá resuelvan el caso de Debhani. Ojalá castiguen a quienes la asesinaron o empujaron a ese fatal desenlace, pero por favor dejen de armar escenarios deshonrosos y denigrantes para la chica, dejen de lucrar con versiones lindantes en la estupidez y dediquen ese tiempo a aclarar esas tantas miles de agresiones a mujeres de todas las edades que siguen en la impunidad…

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