Y sí, te lo digo de corazón, jamás podría olvidarte, de tu vida me obsequiaste lo que pudiste, y eso para mí fue siempre lo mejor, qué más podía pedirte si el más grande regalo me lo diste cuando por tu mente destelló el brillante pensamiento de que tal vez en aquel amoroso encuentro con la mujer amada, serías padre por segunda vez, mas, si no hubiese sido así, porque no fuere tu voluntad, doblemente soy feliz, al saber que fue por la voluntad de Dios Padre.

 

Sí, ya lo sé, no tienes por qué disculparte, sé que me amaste muy a tu manera, pero a mí me bastó tan sólo que tomaras la decisión correcta para que yo viniera al mundo y haya visto la luz primera, aunque fuera muy a tu manera.

 

No, nunca podré estar enojado contigo, por el contrario, estoy más que agradecido, y si te pareció que algunas veces mi triste y enigmático semblante no fue totalmente de tu agrado, has de saber, que la molestia sentida, nunca fue motivada por las ausencias inesperadas sin despedida, que por cierto, dejaban en mí, un sentimiento de orfandad temporal, porque yo sabía que regresarías, y me bastaba, pues, una mirada tuya, para hacerme sentir que no pasaba nada, que en adelante todo estaría bien, porque yo entendía, que en tu necesaria huida, buscabas encontrar lo que muchos buscamos alguna vez en la vida: Una definición correcta de lo que significa la felicidad, o una respuesta a la pregunta ¿qué me pasa, o por qué soy así?

 

Espero que en este largo viaje de tantos años, que muchos consideran sin retorno, por fin hayas encontrado la tan ansiada respuesta; más yo sé, que no has ido tan lejos, que estás cerca de mí más que nunca, y así como ayer te evoqué en la maravillosa frecuencia de las amadas melodías que solías cantar, surgió el recuerdo inolvidable de los momentos de trato amable en los que me permitías admirarte y que tú, para compensarme las ausencias aludidas, me dejabas admirarte como el padre que en verdad eras.

 

Seguramente habrá muchos otros encuentros donde gracias a la fe podremos encontrarnos, en ellos no nos veremos cómo unos desconocidos, porque el que ama de verdad no podría juzgarte, vaya, ni siquiera consolarte por si hubiera algo de lo cual te arrepintieras, porque si Dios nos perdona todo, quién soy yo para condenarte, por lo que hubiera sido y no fue, porque tu viviste siempre a tu manera.

 

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