Si me dejas de amar, no me lo digas, deja que siga pensando que a pesar de tu edad y de la mía me sigues amando, deja que siga creyendo, que te sigue ilusionando el verme, porque yo siempre te estaré esperando ilusionado como siempre.
Si me dejas de amar, no te preocupes, los abuelos sabemos esperar pacientemente a que regreses, tal vez ya no tenga la fuerza suficiente para poderte cargar, pero quizá tú puedas ver que nunca dejé de hacerlo, porque pesado o no, te llevo en el corazón, ese… ese puede cargarlo todo por amor.
Si me dejas de amar, y la distancia te aleja de mí, detén tu marcha un ratito y ponte a descansar bajo la sombra de un robusto árbol viejo, siéntate en el suelo y siente el palpitar de la tierra, y recarga tu espalda en el grueso tronco, déjate abrazar por él y cierra los ojos, hasta que te llegue el dulce sueño y con él recuerdes lo maravilloso de tus años mozos, seguro estoy, que ahí me encontrarás de nuevo.
Si me dejas de amar, que yo no lo creo en verdad, no dejes que lo nuevo te haga olvidar los momentos que aún permanecen vivos en tu mente, en esa parte en que eras mi niño y yo era tu abuelo; mira al frente y no voltees atrás, porque tal vez ya hayas recorrido tanto camino, que el viento, sin desearlo, pudo borrar las huellas que nos mantuvieron unidos.
Si me dejas de amar, dirige tu mirada al cielo, y cuando sientas que tu cara se refresca por una inexplicable lluvia en la ausencia de nubes, no dudes que llorando de nostalgia está tu abuelo que se muere de ganas por volverte a cargar, de abrazarte, de darle vuelo a tu cuerpo y de hacerte soñar con los cuentos que te solía contar.
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