Recuerdo un día de mi adolescencia, cuando en el barrio, uno de los que consideré mejor amigo, me dijo: “A los verdaderos amigos no los vas a encontrar a la vuelta de la esquina”. Cuando le pregunté por qué me decía eso, él mostrando una cara de inconformidad me respondió, que yo había reducido mi tiempo para estar en su compañía, y que ahora, le estaba dedicando demasiado tiempo y atención a una amiga del mismo barrio; le pedí disculpas y le comenté que eso no afectaría para nada nuestra amistad, de hecho, le confesé que ella me agradaba mucho, pues era una excelente persona.

Poco tiempo después regresó la armonía y continuamos nuestra buena amistad hasta el día que él se cambió de domicilio a otra ciudad, en algunas ocasiones nos comunicábamos vía telefónica para saludarnos, pero el tiempo se encargó de poner distancia entre los dos, pero mi sentir por esa amistad siguió intacta, y cuando él regresó a nuestra ciudad, ya había cambiado mucho su forma de ser y su trato fue muy superficial; tiempo después conocí nuevos a personas empáticas y con buena afinidad hacia mi persona, estableciendo una magnífica relación amistosa, la mayoría era de mi edad, pero sentía que a muchos les faltaba madurez y no les agradaba mucho abordar temas donde se pusiera en evidencia la necesidad de fomentar los valores positivos y respetar las reglas sociales que habíamos recibido de nuestros mayores, para no complicar nuestra vida, entonces recordé la frase que aquel amigo me citó aquel día “A los verdaderos amigos, no los vas a encontrar a la vuelta de la esquina” y vino a mí una reflexión sobre ello:

Efectivamente, los buenos amigos son tan escasos, porque la amistad verdadera conlleva el hecho de que no solamente exista la estimación mutua, si no que se genere una relación madura que tiene como cimientos el amor, porque sólo amando a tu prójimo puedes ver en ello el hecho de que no importa el tiempo o la distancia, a los verdaderos amigos siempre los sentirás cerca y siempre estarán ahí, así como ellos sentirán que tú estás tan cerca, porque sin necesidad de comunicarse por los medios habituales, ambos percibirán las necesidades mutuas y acudirán al llamado del espíritu.

Un sabio me dijo que a un amigo en transición no se le puede clasificar como bueno o malo, porque todo ser humano tiene debilidades y entre ellas, podrían contarse el hecho de ser posesivo y quererte sólo para él y pueden, por ende, evidenciar celo y reclamar lo que consideran es sólo suyo; en cambio, un verdadero amigo siente cuando el otro pudiese estar en una situación de imperiosa necesidad, entonces, antes de sentirse víctima de abandono ante el silencio del otro, acude al necesitado, para solidarizarse con su dolor.

No abandones a tus verdaderos amigos, porque ellos son un regalo de Dios, son como suelen decir en el argot popular, un verdadero tesoro.

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