Sí, en ocasiones dan ganas de llorar, pero, ¿por qué tenemos que reprimir el llanto? Motivos siempre hay, además, recordemos que no sólo se llora de dolor, también se llora de felicidad; pero la mera verdad, la mayoría de las veces, se llora de impotencia, de frustración, de coraje.

Hay personas que como yo llevan los sentimientos a flor de piel, no sé si esto sea bueno o sea malo, aunque se dice que cuando uno llora o ríe, la mente descansa y el cuerpo se relaja; que cuando haces coraje, ambos te dañan, que el miedo te paraliza y que el odio te envenena y te enferma. Aseguran los que saben de emociones desequilibradas, que, en esta vida, lo mejor es llevársela tranquila, pero que, si has de llorar por algo que valga la pena, llores, si has de reír, ríete a pierna suelta y a carcajadas, que todo el cuerpo se afloje.

Los románticos como yo, tendemos a ser muy dramáticos, podemos llorar por cosas que a otros les parecen tan poco importantes, nos entristecemos cuando el cielo esta gris, reímos por cosas insignificantes y exageramos nuestros disgustos, tanto, que ya más calmados, nos da por reír o nos da por llorar, pero nuestro espíritu nos indica que por ello estamos sanos.

Los humanos estamos hechos de esa especial sustancia, la llaman amor, y el amor, nos predispone a ser tan sensibles, que el más leve roce de aire frío del norte, en nuestra cara, que anuncia la proximidad de la tan esperada Navidad, nos saca una sentida lágrima.

Sí, en ocasiones dan ganas de llorar, mas hoy he de confesar, que es de alegría, porque estoy feliz de tener a mi lado una maravillosa familia, unos estupendos amigos y a usted mi estimado lector, que ha vivido y escrito conmigo cada página del gran libro de la vida.

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