¿Cómo definir quién es mejor si vivieron tiempos diferentes? ¿Cómo decir quién aportó más o es más valioso? ¿Qué lugar ocupa Sergio Pérez en la historia? ¿El piloto de Red Bull en la Fórmula 1 ya es el más importante de la historia de México?
Es muy complicado hacer un ránking en cualquier proceso comparativo entre atletas de eras distintas. Así pasa con el automovilismo mexicano, pero sí se pueden establecer parámetros que otorgan valor sobre otros.
En la historia del deporte motor en México hay grandes pilotos con cualidades y talentos de otra dimensión, algunos con triunfos principalmente en territorio nacional y otros que brillaron en el extranjero.
Entre los ídolos, principalmente, nacionales están Moisés Solana o Guillermo Rojas padre. No se les escatiman logros, incluso algunos en pista foránea, pero hay otro nivel arriba.
Para acabar rápido, ahora mismo sólo hay cuatro pilotos que pueden levantar la mano por alguna circunstancia para ser considerado el mejor, más ganador, más importante o completo.
La lista es muy sencilla: Ricardo Rodríguez, Pedro Rodríguez, Adrián Fernández y Checo Pérez.
Ricardo Rodríguez fue un prodigio, un unicornio que vivió muy poco tiempo entre los mortales, porque lo suyo era de otra dimensión.
Un joven que deslumbró a Enzo Ferrari, que calificó segundo en su primer Gran Premio de Fórmula 1 arrancado, que estaba llamado a ser campeón de la categoría, seguramente el más joven. El pequeño de los Rodríguez se fue de este mundo muy pronto, a los 20 años, pero nadie osa compararse con él en talento nato, en velocidad pura.
El problema con Ricardo es que fue como un rayo, llegó, deslumbró, hizo un estruendo total en la sociedad mexicana de principios de los 60’s que lo idolatró sin necesidad de redes sociales.
Su importancia es casi mitológica, ese Prometeo que desafió a los dioses, pero también ese Ícaro que voló tan alto que la cera que mantenía las alas pegadas a su cuerpo se derritieron antes de que pudiera ganar algo en la F1.