La autoconsciencia hace referencia a la capacidad que tiene cada persona de observarse y enfocar la mirada en sí mismo. Es un pilar clave para el desarrollo de la inteligencia emocional, tal y como lo estableció Daniel Goleman. En este sentido, también se vincula con el autoconocimiento.
Su desarrollo es una manera de salirse de un estado de inercia —desde el que muchos funcionan y responden «porque sí»— para ser más conscientes, responsables y, al mismo tiempo, libres de sus elecciones.
Esto es así ya que parte de identificar cómo nos sentimos, cómo nos gustaría sentirnos, qué podemos hacer por ello y hacia dónde queremos ir. En el siguiente espacio profundizamos al respecto.
¿Cómo se desarrolla la autoconsciencia?
Detenerse, observarse y enfocarse… quizás estas son las palabras claves para empezar a desarrollar la autoconsciencia. En sí, implica que al estar experimentando determinada emoción —como la ira o el enojo, por ejemplo— haya una pausa para preguntarse qué la está causando y de dónde viene, antes de actuar.
Ahora bien, las emociones tienen matices. El mundo emocional rara vez es blanco o negro, y tener el registro de ‘esa mezcla’ también es importante.
¿Cuáles son los beneficios de desarrollar la autoconsciencia?
La autoconsciencia tiene innumerables beneficios, tanto a nivel personal como a nivel de las relaciones humanas. Entre ellos se pueden mencionar los siguientes.
Comprender cómo somos y cómo actuamos
Así podemos desplegar nuestro potencial. Conocernos nos permite identificar nuestras fortalezas y debilidades, de tal modo que podemos identificar cuáles son aquellas áreas o facetas que requieren de un mayor trabajo y cuáles son aquellas en las que podemos destacar. Asimismo, esto nos permitirá crecer como personas.
Además, la autoconsciencia nos permitirá descifrar nuestras emociones. Y conectarlas con nuestros comportamientos y pensamientos también nos ayudará a entender que funcionamos como un todo, y no separadamente.
Conocer nuestro cuerpo y respetar nuestra salud
La autoconsciencia también funciona como una brújula, al orientarnos y funcionar como alarma cuando determinadas situaciones resultan perjudiciales y no nos resultan agradables. Las personas que se preocupan por tener un registro de sí mismas, pueden identificar las señales de alerta y detenerse cuando es necesario.
En el extremo opuesto de la autoconsciencia nos encontramos con personas que dicen «no he probado bocado en todo el día, pero ni siquiera me había dado cuenta». Son los casos en los que se funciona con altos niveles de estrés y fatiga porque se han obviado las señales previas.
Ser más claros en lo que necesitamos y en nuestras decisiones
Cuando nos conocemos, también somos capaces de identificar lo que necesitamos de las otras personas, podemos comunicarnos con más claridad y hacer pedidos más concretos. Así las cosas, también mejoran de manera notoria las relaciones. Por otro lado, es posible tomar decisiones más acertadas.
Tener una mayor empatía hacia los demás
Al poder comprendernos a nosotros mismos, estamos más sensibilizados a ser capaces de comprender lo que le sucede a otros. Por lo tanto, será más fácil suspender el juicio crítico hacia otras personas para pasar a ser más empáticos. Sin duda, esto mejora las relaciones interpersonales.
3 consejos para ayudar a construir la autoconsciencia
La autoconsciencia nos sirve para darle sentido a la forma en que nos sentimos y actuamos. Por eso, es importante tanto para mejorar nuestro día a día, como en el largo plazo. Existen diferentes maneras de construirla; mencionamos algunas a continuación.
1. Hacerse preguntas
El peor enemigo del crecimiento es el sentido común, ese estado en el que damos todo por supuesto y dejamos de preguntarnos el porqué de las cosas. Lo mismo sucede con la autoconsciencia y el modo de ‘piloto automático’.
Por tal razón, una de las formas de desarrollarla tiene que ver con animarse a ir un poco más allá respecto a cómo nos sentimos, pensamos o actuamos, haciéndonos algunas preguntas. Algunos ejemplos son los siguientes:
¿Qué estamos sintiendo?
¿Qué nos hizo sentir de este modo?
¿Cómo estamos actuando al respecto?
2. Meditar y hacer pausas
La autoconsciencia también necesita de silencios, de tiempo y de pausas. Se trata de saber encontrar espacios para uno mismo y para el autocuidado. Si bien la meditación puede ser una de las formas, hay personas a quienes les sirve llevar un diario y escribir cómo se sienten.
No importa cuál sea el formato, lo importante es poder reservarse algunos minutos para uno mismo.
3. Pedir ‘feedback’ a los demás
¿Cómo nos ven las otras personas? ¿Aquello que conocemos de nosotros mismos es también lo que proyectamos hacia el exterior? Pedir que nos den una opinión o que realicen una crítica constructiva puede ayudarnos a conocer algunos puntos ciegos.
Autoconsciencia en niños
La autoconsciencia no es «asunto de grandes», sino que puede cultivarse a lo largo de toda la vida. Sus beneficios son mucho mayores cuando enseñamos a los niños a conocerse a más temprana edad. Algunas claves para hacerlo son las siguientes.
1. Permitirles ser libres
En el camino a la autoconsciencia y el autoconocimiento, los adultos tenemos un rol clave, ya que somos quienes guiamos y orientamos desde un principio.
En este punto, resulta crucial ser conscientes del tipo de educación que estamos brindando, tanto de manera explícita como en aquellos gestos o conductas implícitas. Es esencial abrir el abanico de opciones y permitirles ser lo que quieran ser, siempre en un marco respetuoso de sí mismos y de las otras personas.
Quizás dos de los sesgos más frecuentes —aunque de ellos derivan muchas otras cosas más— tienen que ver con los de género, presentes en frases y creencias como «las nenas deben ser más delicadas y los varones no lloran». También los sesgos adultocéntricos, que subestiman las capacidades de los niños, entre otros ejemplos.
2. Ser acompañantes
Es determinante que podamos acompañarlos durante el aprendizaje de la autoconsciencia y el autoconocimiento, lo que en definitiva llevará a que los niños aprendan a expresarse.
De este modo, comprenden lo que les sucede y les resulta más sencillo aprender a pedir lo que necesitan y, sobre todo, a controlarse, a no sentirse desbordados por no saber lo que les pasa.
3. Dar lugar a la expresión
No alcanza con conocer lo que sucede. También es importante poder expresarlo. Aquí cada uno encontrará su estilo para hacerlo, pero es bueno que podamos ayudar a los pequeños a encontrar las palabras que los ayuden a explicar lo que sienten o lo que necesitan.
En ocasiones, hablarlo o ponerlo por escrito resulta de ayuda para ordenar esas emociones. A su vez, esto contribuye a conectar ambos hemisferios del cerebro; el izquierdo —que organiza y da lógica— y el derecho, que es más de las emociones, los recuerdos y las sensaciones.
Lograr esta conexión es clave, sobre todo porque hemos pasado mucho tiempo educando y creyendo que trabajan de manera independiente.
La autoconsciencia es una gran aliada del respeto
El desarrollo de la autoconsciencia debe pensarse como un proceso en construcción y en aprendizaje permanente. Su relevancia radica en que, en la medida en que nos conocemos, podemos respetarnos y hacer valer los derechos.
Todo esto no solo en relación a otras personas, sino también en relación a uno mismo. Y es que muchas veces somos responsables de autoboicotear y avasallar sentimientos y espacios.