Entre luz encendida o apagada no es difícil elegir a la hora de que los padres se sientan seguros para velar el sueño del bebé. Aunque sea un hilo tenue, nos ayuda a evitar tropiezos y a orientarse. Más importante aún si tenemos que apresurarnos a la habitación donde se encuentra el bebé o llegar directo a la cuna si está a su lado.
El debate sin embargo está abierto porque la melatonina, u hormona del sueño, se produce en la oscuridad. Esta hormona que regula la vigilia y el sueño se suprime con la luz de modo que no dejarla operar podría traer trastornos indeseados.
Por otro lado, hay padres que logran desasirse de temores y permiten que sus niños duerman en completa oscuridad. Otros necesitan una lamparita para hacerse a la idea de que el niño si despierta no estará desorientado.
Ahora bien, entre cómo debe dormir y cómo logra hacerlo media la distancia entre la necesidad de descansar y la de seguir las recomendaciones idóneas. Veamos por qué y cómo tomar la mejor decisión.
¿Cómo afecta la luz en la hora de dormir del bebé?
Entre la luz encendida o apagada los bebés preferirán la oscuridad, pues les resulta más confortable. Recordemos que vienen de un ambiente en el que dormidos o despiertos, estaban a oscuras.
Además, resulta obvio que no pueden saber cuándo es de día y cuándo de noche, amén de que es en la oscuridad cuando se libera la hormona del sueño que les proporciona la placidez que necesitan.
Para que se aproximen a las convenciones de día y noche de los padres, y se acostumbren a un ritmo regular viene bien despertarlos en las mañanas a la misma hora. Por supuesto, debemos tener en cuenta que los bebés llegan a dormir hasta dieciocho horas con series interrumpidas de dos horas, cuatro y hasta seis.
¿Por qué es bueno tener una luz alterna en el cuarto del bebé?
Dado que los padres tienen que acudir a atender las demandas del bebé, una luz indirecta cuyo resplandor irradie a la habitación será suficiente. Lo ideal es que la luz sea dorada y que permita vislumbrar la ubicación de los muebles y objetos para cambiar, alimentar o asear al niño.
Valga resaltar que está contraindicado encender la luz directa o de la habitación. Los párpados de los niños permiten una entrada mayor de luminiscencia sin contar que el paso brusco de la oscuridad a la luz resulta molesto. No incurramos en esta incomodidad y hagamos de la atención nocturna un trámite que busque solo aliviar y retornar con suavidad a la tibia comodidad del sueño.
¿Qué tipo de luz es recomendable?
En la habitación donde el bebé duerme no es necesaria ninguna luz. Basta, en el caso de necesitarla para cubrir su atención, con una luz indirecta que podamos activar para ese fin específico. Una luz tenue o dorada, ya lo decíamos, que no impacte sus párpados ni interrumpa la atmósfera del sueño.
Evitemos la luz llamada azul que proviene de los equipos móviles y las pantallas. Por otro lado, recordemos que hay estudios que parecen confirmar la relación entre dormir con luces encendidas y la miopía. Lo mejor entonces entre luz encendida o apagada es dormir a oscuras y contar con esa luz alterna, tenue, que de ser necesario permita a los padres asistir al pequeño.
¿Cómo hacer que el bebé tenga una buena noche de sueño?
Para una buena noche de sueño el bebé debe sentirse satisfecho; esto es, entre otras cosas, haber comido bien. La hora del almuerzo es determinante y es el momento del consumo de las proteínas y los alimentos sólidos que mejorarán su sueño.
La lactancia materna es también una fuente de descanso por la liberación del aminoácido L-triptófano que provoca sueño al bebé. Y en cuanto a la madre, amamantar libera prolactina, hormona proteica que tiende a relajarla.
En efecto, el sueño y la lactancia son fenómenos fisiológicos estrechamente interrelacionados que tienen una función homeostática y se inscriben en un ritmo circadiano. Hechas estas recomendaciones primarias, sugerimos:
Dormir bien de día
Para una buena noche de sueño, lo mejor es que el bebé haya dormido bien durante el día. El cansancio no es el compañero ideal del sueño, todo lo contrario. La irritabilidad y la hiperactividad vienen con el cansancio y pueden llevar al límite la paciencia de los padres.
Por otro lado, el cansancio suele provocar despertares nocturnos. Asegurarse de que las siestas diurnas se adecúen a su necesidad de sueño traerá un más plácido dormir nocturno. Los bebés descansan por lo regular entre nueve y doce horas por la noche, con una interrupción para comer, y hacen de dos a tres siestas en el día, de treinta minutos a dos horas cada una.
Envolver al bebé
Se dice que los niños envueltos duermen mejor. Si bien algunas personas consideran esta como una buena técnica, algunos profesionales se oponen a esta práctica. Por lo tanto, aconsejamos consultar con el pediatra de confianza.
No correr al primer llanto
Es comprensible que los padres estén aprensivos al llanto nocturno del bebé. La experiencia indica que si no hay enfermedad, el llanto puede ser pasajero. Si persiste, hay que acudir a la habitación pero si no lo amerita, no será necesario sacarlo de la cuna. Mucho menos hablarle, cantarle o cargarlo. Unas palmaditas en la espalda pueden ser suficientes para que concilie el sueño de nuevo.
Establecer rutinas
Los padres descansan o aprovechan el tiempo en que duerme el bebé para disponer lo necesario para sus cuidados, piensan así que, mientras más duerma, mejor. Lo recomendado es que las siestas sean programadas o que le sean reguladas las horas de sueño. Si se extiende la siesta, tendrá más posibilidad de despertar varias veces en la noche.
Hay que prepararlo para que entre a su cuna en la noche somnoliento a una hora fija y despertarlo al amanecer a la misma hora. Esto hará que pronto adopte hábitos que se reflejarán en lapsos de sueño más plácidos diurnos y más prolongados en la noche.
Luz encendida o apagada entre los mitos y la evidencia científica
Los tiempos de sueño de los padres y los niños son distintos; muchas horas necesitan los niños y normalmente no las hacen de corrido. Los padres han de saber esto así como también deberían conocer la importancia delos lapsos necesarios de descanso y los modos de regularlos.
Por otro lado, las convenciones sobre las óptimas condiciones para dormir no siempre se aplican a lo que necesita el bebé. Oscuridad y un ruido blanco, en vez de silencio absoluto, le dan confort y placidez. La luz, incluso ligera, puede molestar al bebé que en verdad no la necesita. Los padres sí para atenderlo, de ahí la recomendación de contar con una luz alterna.
Finalmente, pese a las previsiones, cada bebé incidirá estableciendo los gustos y costumbres que se tejen en la sutil y misteriosa comunicación con los padres. Por eso, estas recomendaciones son generalidades que se adaptan según cada personalidad y circunstancia.