Al despertar, nos encontramos en un estado fisiológico que se denomina ayuno, siendo lo normal que no hayamos comido en un periodo de seis u ocho horas. Haciendo que nuestros nutrientes bajen y la glucosa esté en niveles bajos.

El desayunar no es un extra, esto ayuda a que nuestros niveles basales estén bien y que esto define nuestro día, nuestra energía, concentración y productividad. Y en época de estudio, también el rendimiento académico.

Comer en la mañana ayuda a prevenir la obesidad y reduce las enfermedades metabólicas, sobre todo si el contenido de la primera comida del día es saludable. Si hacemos ejercicio, ingerir un buen desayuno nos hace quemar más grasa, además de que en la comida tengamos mejor digestión.

Mientras que saltarse el desayuno fomenta el engrosamiento de las arterias, nos da más hambre y tenemos más grasas libres. Además de que nos falta glucosa y sin ella nuestras neuronas pueden salir dañadas, afectando la capacidad de concentración.

También genera mal humor, problemas para resolver acertijos, genera ansiedad y estrés, que a su vez empeora la concentración. Sin mencionar que puede causar una baja de glucosa en la sangre o hipoglucemia, lo que abrirá el apetito de nuevo haciendo que a media mañana tengamos hambre de nuevo. Por lo que es recomendado que no saltemos esta comida y tomemos aunque sea cinco minutos para un desayuno rápido.