Victoria, Tamaulipas.– Cuando uno piensa en la comida de un penal, lo primero que viene a la mente son platos mal servidos, insípidos o preparados en condiciones dudosas. Y sí, durante años esa fue la realidad pero las cosas cambiaron.
Hoy, la cocina del CEDES Victoria sorprende. No solo por el sabor, sino por la limpieza, el orden y la manera en que se trabaja.
Ahí se cocina con sazón, con reglas claras y con respeto por quienes están cumpliendo una condena.
La comida ya no es castigo, es un derecho que ahora se toma en serio.
Desayuno, comida y cena se sirven diario sin falta.
Todo pasa por procesos de control sanitario: desde la llegada de los insumos, su almacenamiento en refrigeradores y congeladores, hasta la preparación y el servicio. No es una cocina improvisada, es un sistema.
Y no se trata solo de llenar platos, porque dentro del penal hay personas con enfermedades que requieren dietas especiales.
También hay bebés con sus madres que necesitan otro tipo de alimentación. A todos se les atiende, y a diario.
El menú cambia cada semana: distintas proteínas, frutas, verduras y guarniciones.
La idea es que quienes están ahí tengan una alimentación digna, suficiente y, sí, también con buen sabor.
De cada platillo que se prepara, se guarda una muestra. ¿Para qué? Para que, si alguien se enferma, se pueda rastrear de inmediato si la comida fue la causa.
El comedor del penal está limpio, ventilado y en orden, al igual la zona de lavado y las bodegas donde se guarda todo.
Nada se ve improvisado, nada huele mal, al contrario, todo huele bien.
La cocina del CEDES Victoria no pretende impresionar, pero lo hace, y no porque haya lujos, sino porque demuestra que se puede hacer bien algo que durante años se hizo mal.
Incluso en un lugar donde a veces puede faltar el pan o la tortilla, en el CEDES Victoria se elaboran ambos productos dentro del mismo centro, siguiendo los mismos estándares de calidad, higiene y control que rigen toda la cocina