A menos de una semana del inicio de la Mostra de Venecia, donde tendrá “Frankenstein” su estreno mundial, Variety reúne en su portada a los dos protagonistas, que comparten lejanas raíces ibéricas, el guatemalteco Oscar Isaac y el descendiente de vascos Jacob Elordi, quienes anticipan cómo será la película del mexicano Guillermo del Toro, una de las más esperadas de la “rentrée”.
Elordi, australiano de 28 años, llegó al rodaje casi por accidente. El papel estaba inicialmente pensado para Andrew Garfield, quien se retiró semanas antes del inicio de la filmación en marzo de 2024. Elordi recibió entonces una llamada de Del Toro. “Tenía esta cosa de estar toda la noche despierto pensando en cómo debía presentarme”, recuerda. “¿Voy en camiseta blanca? ¿En camisa? ¿Es Guillermo del Toro, debería parecer educado pero también emocionado? ¿Me pongo un sombrero, un crucifijo?…”.
Finalmente no hizo falta más que una conversación por Zoom. Del Toro quedó convencido. “Los ojos de Jacob están llenos de humanidad”, explica. “Por eso le elegí”.
El proceso de caracterización fue exhaustivo. Elordi pasó jornadas de hasta diez horas en la silla de maquillaje para transformarse en un cuerpo cosido con órganos ajenos, de piel traslúcida y movimiento torpe. Se entrenó con técnicas de butoh, danza japonesa de gestos lentos y desgarrados, y practicó con cantos guturales de Mongolia para moldear la voz del monstruo. “Lo describo como alguien que parece haber recibido un golpe en la cabeza”, dice, evocando los gruñidos iniciales de su personaje.
La exigencia física le llevó a perder noción del tiempo. “Dejé de pensar en mañana o tarde. Solo esperaba a que llegara el coche que me llevaba al rodaje. No había desayuno o cena, solo un continuo”.
Oscar Isaac, su compañero de reparto, recuerda que en alguna ocasión Elordi protestó, aunque apenas un instante. “Después de cargar a Mia (Goth) una y otra vez en una escena, me dijo: ‘Guillermo, ¿por qué otra vez?’. Y enseguida añadió: ‘Bueno, solo recuerda que soy una persona’. Y lo volvió a hacer”.
LÁGRIMAS COMPARTIDAS
Del Toro concibió a Isaac desde el inicio como su Victor Frankenstein. El actor recuerda que la primera vez que le citó fue para un almuerzo en el que el director le habló de “un banquete”. Más tarde, en un hotel, Del Toro le entregó treinta páginas del guion. Isaac las leyó todas en voz alta, interpretando cada personaje. “Cuando llegué al final, estábamos llorando”, dice.
Para componer al científico, Isaac recurrió a referentes musicales: Bowie, Prince, Mick Jagger. “Lo vi más como un artista que como un científico”, explica. “Copié la forma de caminar de Prince antes de un concierto y Guillermo me pedía: ‘Dame más Mick Jagger'”. En la película, su Victor aparece con sombrero de ala ancha, abrigo de terciopelo y peinado de estrella de rock.
El laboratorio en el que da vida a la criatura tampoco es convencional. Se construyó en un viejo depósito de agua, con columnas de vidrio gigantes que cambian de color al paso de la electricidad. “Es como un escenario de estadio”, dice Isaac, un espacio que convierte el acto de creación en un espectáculo.
La historia de Shelley ha sido reinterpretada durante más de dos siglos, desde el cine mudo de 1910 hasta las versiones más famosas de los años treinta en Universal. Del Toro, sin embargo, decidió enfocarla como un drama familiar. Su Victor está marcado por una madre protectora que muere pronto y un padre severo que le moldea como inventor brillante pero incapaz de relacionarse con otros.
“Lo habitual es hablar de ciencia que se descontrola”, explica el cineasta tapatío. “Pero yo quería centrarme en el espíritu humano, en lo que significa ser hijo, en lo que significa ser padre”.
En esta versión, la criatura no es solo un monstruo vengativo, sino un hijo no deseado que busca atención y termina enfrentado a un padre incapaz de reconocerle. El propio Del Toro la reconoce como una historia autobiográfica en cierto modo: “Cuando era niño y veía el ‘Frankenstein’ de James Whale, no me identificaba con Victor, sino con el monstruo. Yo también me sentía fuera de lugar”.
“Para mí, no es una fábula de laboratorio”, dice el cineasta mexicano. “Es sobre el perdón, la importancia de escucharnos, de comprendernos”.
El proyecto llegó después de un trayecto de casi tres décadas de intentos fallidos, cambios de estudio y presupuestos que se antojaban imposibles. Del Toro lo reconoce sin rodeos: “Lo he propuesto en todas partes. Ha sido como mi Monte Everest”. Netflix, tras darle luz verde en 2020 junto a otros proyectos del director, asumió los 120 millones de dólares de inversión y respaldó la visión de un filme que, en palabras de su autor, no quiere ser una advertencia sobre la ciencia, sino una exploración de la fragilidad humana.
El director se resistió a los atajos tecnológicos. En Toronto y Escocia, mandó construir escenarios completos: desde mazmorras húmedas hasta un barco encallado en el Ártico. “No quiero pantallas verdes, ni inteligencia artificial, ni simulaciones”, afirma. “Quiero artesanos pintando, martillando, enyesando”.
Ese esfuerzo dio a los actores la sensación de habitar un mundo tangible. “Guillermo me decía: ‘Esto es “El último de los mohicanos”‘, que no volvería a ver un set así en mi vida”, recuerda Elordi.
Más allá de su recorrido en festivales y taquilla, la cinta marca un punto de inflexión para sus protagonistas. Elordi, que sigue rodando “Euphoria”, asegura que este papel le cambió: “Transformó la manera en la que actúo y la forma en que veo cine”. Isaac, que alterna sagas como “Star Wars” con proyectos de autor, insiste en que lo que guía sus elecciones no es la estrategia sino la pasión. “Me pregunto: ¿hay algo en esta película que me haga querer levantarme cada mañana? ¿Algo que me lleve hasta la meta?”.
“Frankenstein” se estrenará en Venecia el 30 de agosto y llegará a salas de algunas ciudades el 17 de octubre, con una distribución limitada a tres semanas antes de desembarcar en Netflix el 7 de noviembre. Tanto Isaac como Elordi insisten en la importancia de verla en cine. “Es doloroso que películas así no tengan un estreno amplio”, admite Elordi. “Espero que pueda estar en salas el mayor tiempo posible”. Isaac coincide: “Sería bonito recuperar la experiencia comunal, compartir la película en una sala”.