DePrince, quien sorprendió al mundo con su talento y perseverancia, tuvo una vida marcada por desafíos desde temprana edad. Nacida en Sierra Leona, perdió a sus padres durante la guerra civil y pasó sus primeros años en un orfanato, donde enfrentó violencia y discriminación debido a un trastorno de pigmentación que la llevó a ser llamada “la hija del diablo”.
A pesar de las adversidades, fue adoptada y creció para convertirse en una destacada bailarina en Estados Unidos. Hizo historia como la bailarina principal más joven en el Dance Theatre de Harlem, y continuó su carrera en el Ballet Nacional Holandés y el Boston Ballet, cautivando al público con su arte.
Su vida y carrera fueron documentadas en su libro ‘Taking Flight: From War Orphan to Star Ballerina’, que detalla su viaje de resistencia y triunfo y ha sido traducido a múltiples idiomas. Además de su éxito en la danza, DePrince se dedicó a la ayuda humanitaria, apoyando a niños afectados por conflictos y sirviendo como embajadora para War Child Holland.
La comunidad de la danza y el mundo en general lamentan su pérdida, recordando su legado de valentía y deportista.