¿Qué cuándo pasó? No lo sé, todo de ser tan lento, pasó a ser tan rápido, y pareciendo que todos los días eran iguales, cómo imaginar que el tiempo iba pasando; creo que fue el trato continuo, el verse todos los días, lo que nos hizo olvidar los pequeños detalles, lo que nos provocó el sólo mirar adelante e ir a toda prisa. Desde luego que el trato fue amable, y amenas las charlas, era como escuchar un buen libro de voz de un experto narrador de cuentos y fantasías, tal vez por eso todo parecía ser bueno, y si era bueno, por qué tendría uno que preocuparse, por qué desconfiar y pensar que en todo ello podría haber verdades y mentiras; pero ¿qué objeto tendría decir mentiras? ¿Acaso tanto acercamiento fastidia?  La verdad estoy confundido, lo peor es dudar, dudar de todo y de sí mismo, porque he de reconocer  que temor me da el que no tenga motivo para sentir éste desasosiego que me inquieta y me obliga a recelar sobre si vale la pena tratar de ser natural, abierto, transparente, porque siendo así, quisiera aprender a vivir en la superficialidad de que no importa ser original, cuando se vive en un mundo donde es necesario ser un duplicado de sí mismo para poder sentir que todo lo que nos ocurre es considerado normal.

¿Qué cuando pasó? No lo sé, no hay forma de saberlo, si se insiste en pensar que para vivir se requiere de una adaptación donde  el ser original, se resguarda en el interior como si se estuviera en espera de la tan anhelada y prometida eternidad, más, he de reconocer, que lo que mis ojos veían era sólo el espíritu, esa energía pura y hermosa, cuya vibración traduce sólo una verdad, que el amor es la esencia, es el motivo real de nuestra apariencia, que emana de una fuente vital, que no se limita a un tiempo, ni a un espacio, y que un día decidió tomar nuestra forma de vida actual, que nos mantiene en un estado de latencia, a algunos en original y, a otros en una copia en transición con pensamientos paralelos, con sentimientos indefinidos, que deambulan  en al superficialidad mientras encuentran el camino para madurar espiritualmente.

Y pensar que todo ocurrió en un abrir y cerrar de ojos, mientras yo abría los míos para encontrarme a mí mismo.

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