A lo largo de las últimas semanas, he leído, escuchado y presenciado, una cauda de ataques, señalamientos, denuncias y hasta insultos a quien aún ostenta el cargo de Gobernador de Tamaulipas.

Todo, en el escenario del polémico desafuero que la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, declaró procedente y que aún permanece en la oscuridad jurídica en cuanto a su aplicación, en medio de juicios de amparo, controversias constitucionales y recursos de reclamación.

Son esas manifestaciones una nutrida mezcla de verdades, mentiras, invenciones, ocurrencias y hasta de picante y divertido humor, y aunque buena parte de esas expresiones se derivan de desahogos y antipatías, también se hacen presentes las reflexiones sensatas y fundamentadas –las hay y son abundantes– sobre la tormentosa actuación como mandatario de Francisco García Cabeza de Vaca.

De todo hay, como dice la voz popular, en la Viña del Señor.

Tienen razón muchos de quienes ponen el índice sobre errores y hasta abusos en algunos casos, de esta administración estatal, pero en ese mar tormentoso me atrevo en lo personal, a riesgo de que me quemen en leña verde, a ponderar uno de los resultados de esa gestión.

Me refiero a la reducción de la inseguridad pública.

Que quede claro, su servidor no le debe nada al Gobernador, Ni el saludo, como decía mi abuela. Como cientos de miles de tamaulipecos, he sufrido junto a compañeros de trabajo, amigos y seres queridos, los rigores de su revanchismo hacia quienes ha definido como enemigos y especialmente contra quienes habitamos en Ciudad Victoria.

Pero lo cortés no quita lo valiente. Por lo menos en el aspecto que cito
Hay que honrar a la memoria y recordar que seis años atrás los residentes de esta tan querida tierra aún padecíamos el temor y hasta el terror de una delincuencia desatada, que azotaba de manera salvaje y sin excepciones en ciudades y carreteras.

Quién no recuerda que para viajar de una ciudad a otra había que integrarse en un convoy policíaco para hacerlo con relativa seguridad. Quién no recuerda que nuestros hijos y nosotros mismos no nos atrevíamos a estar fuera de casa después de las 11 o 12 de la noche. Quién no recuerda que los secuestros estaban a la orden del día.

Sin embargo, hay que admitirlo: Son delitos que subsisten y continúan significando un gran peligro –no se puede negar esa verdad monumental– pero por lo menos hasta ahora ya no conforman la primera preocupación de los tamaulipecos, a quienes ahora nos quita mucho más el sueño la falta de empleo o el desplome económico, que la criminalidad de alto impacto.

No quiero caer en aplausos inmerecidos para un gobierno caracterizado por un manejo de más sombras que luces, sólo intento exponer la visión de un padre de familia y de un trabajador en un oficio de alto riesgo, sobre el avance que percibo en la sensación de seguridad y de orden legal, en la antesala de que concluya esta administración. Debe haber mucha gente que no lo valore así por haber vivido dolorosas experiencias propias o ajenas –reciban mi pleno respeto– pero es imposible negar la mejoría en ese rubro.

Dicen que uno opina de la feria según le fue en ella. No creo que les importe a muchos pero a mí me ha ido muy mal en el sexenio cabecista. Podría decir para explicarlo siguiendo con el ejemplo de las ferias, que de diez veces que intenté obtener un premio en el lanzamiento de canicas o en el tiro al blanco sólo una vez logré ganar y a cambio me caí de un juego mecánico, la comida fue pésima y recibí malos tratos. En sentido figurado, desde luego.

Sí, en la superficie no es la gran cosa, pero cuando esa en apariencia pequeña ganancia es la seguridad de mi persona, de mi familia y de mi patrimonio, sin asomo de duda me quedo con ella y la valoro. Total, en lo demás ya vendrá un nuevo gobierno menos injusto.

Soy optimista: Ya vendrán tiempos mejores…

SE ACERCA EL INFIERNO

El tema que abordo refrenda su importancia con los lamentables hechos registrados en San Fernando, donde fue blanco de un atentado a balazos el candidato del PRI a la alcaldía, Jesús Galván, en una señal de que el infierno de violencia que mancha al proceso electoral en este año se acerca a Tamaulipas, que hasta el inicio de esta semana se mantenía a salvo de agresiones de ese tipo.

¿Es una muestra de lo que puede desatarse si el Estado cae en una crisis de seguridad pública, si se agrava la crisis institucional derivada del desafuero del gobernador?

Ojalá que no sea así, ojalá que sea un hecho aislado. Ojalá.
Pero en la política, no hay casualidades…

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