Me incluyo en esta percepción.
Muchos mexicanos pensamos –aún persiste en buena medida esa visión– que el Partido Revolucionario Institucional está en proceso de agonía o casi muerto, como es evidente sucede en Tamaulipas.
Sorpresa: Ayer dio señales de recuperación. No en el Estado porque mientras no se releve a la actual dirigencia –llámela Sergio Guajardo Maldonado– seguirá siendo un ataúd en construcción, sino en el plano nacional.
Esta es una de esas ocasiones en que la lumbre en los aparejos sacude a un dinosaurio del tamaño y longevidad del PRI. Es una rareza que exhiba públicamente sus errores –algunos monumentales– y reconozca que su destino es morir si no sacude sus estructuras y sus viejas prácticas.
No es una ocurrencia el escenario mostrado. El Movimiento Territorial entregó a la Comisión Nacional de Diagnóstico lo que llamó tres reflexiones: alianzas electorales y candidaturas ciudadanas “que no beneficiaron al partido”, así como la democratización de los procesos internos.
Esta especie de “Yo Pecador” de la política tiene miga.
No sólo el PRI acepta la ineficacia de las alianzas electorales, que lo dejaron en la lona en este año y enojaron a sus militantes a tal grado que se desató una estampida a favor de MORENA –otra vez Tamaulipas es una muestra– sino que sin llamarlo por su nombre reniegan, en mi opinión en forma injusta hacia el personaje, de su ex aspirante a la Presidencia, José Antonio Meade, al rechazar la figura de candidaturas ciudadanas.
Pero la tercera lleva lumbre y atañe directamente a nuestro Estado, en donde se intenta imponer el nefasto “dedazo” en su presidencia en favor de quien menos ha trabajado por ese partido y cuyo mayor “mérito” es inyectarle dinero público a algunas campañas electorales. En otras palabras, el objetivo es que se impulse mediante una mayor democracia interna a sus dirigentes y candidatos a través de una real competencia. Falta que lo hagan.
El escenario es interesante, porque si es real y se aplica no sólo en la teoría indica que está próximo el adiós al intento de volver a vender la presidencia estatal tricolor, como sucedió con Egidio Torre y Sergio Guajardo.
No, aún no está muerto el jurásico de la política mexicana…

EL “SÍNDROME”
Podría definirse como el “Síndrome AMLO”. Y ojalá que no se propague.
Me refiero a lo que ha estado sucediendo desde que Andrés Manuel López Obrador se convirtió en Presidente Electo y empezó una etapa disfuncional en donde varios de sus compromisos se han desvanecido al enfrentarse a la realidad nacional mientras otros, defendidos apasionadamente por él mismo, están sometidos a una cauda de críticas y señalamientos.
Viene al caso esta mención por lo que está sucediendo en Victoria con el tema de los parquímetros, cuyo retiro fue una promesa de campaña del ahora alcalde Xicoténcatl González, sobre la cual ya anunció el edil que llevará a la práctica por lo menos en la calle Hidalgo. Las reacciones no han sido las esperadas por el jefe de esta comuna y me atrevo a señalar que han sido más las manifestaciones en contra de esa decisión que las favorables.
Cómo se resolverá esta polémica depende de la disposición del alcalde a dialogar o a ejercer su autoridad, pero lo que en mi modesta opinión debe valorarse a la luz de estos acontecimientos, es que el Ayuntamiento capitalino debe someter a un análisis más a fondo esta clase de determinaciones y no caer en un símil de lo que sufre en forma casi cotidiana López Obrador.
Sí, esa especie de tragicomedia en la que un día anuncia una acción y al siguiente la anula o rectifica, en prematuro demérito de la confiabilidad con la que arrasó en las urnas.
Insisto: Ojalá no sea Victoria una víctima del “Síndrome AMLO”…

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