Duele, y mucho, ver la manera en que casi todos nosotros infringimos un sinnúmero de leyes. Difícilmente habrá quien observe todas al pie de la letra, pero no es imposible. La ley en cualquier medio y nivel se instrumentó para cumplir con ciertos requisitos y observaciones mínimas para lograr convivir adecuadamente los seres humanos.
No somos los únicos en el planeta ni en el mundo: mucha gente maneja como si fueran el último de los automovilistas: no vigilan su entorno, no checan por los espejos retrovisores y lateral si vienen autos y qué hacer al respecto; manejamos entre los dos carriles, importándonos nada el que vengan otros automovilistas, y en un aspecto totalmente egoísta, lo hacemos pensando solamente en nosotros.
También, sacamos la basura en el horario que nos place, porque hemos razonado que en el horario establecido no podemos hacerlo, porque tenemos trabajo, escuela o flojera. Pensamos que la autoridad debe cumplir, pero somos incapaces de hacerlo.
Un ejemplo claro es la cantidad de basura en las coladeras y alcantarillas, o la forma en que nos paramos en un semáforo, invadiendo la zona peatonal para cruce de calles: no damos el lugar que debiera tener el peatón.
Y cuando somos peatones, caminamos con una absurda soberbia con el criterio de que “se tienen que parar” cuando pasamos, siendo desgraciadamente un problema cotidiano, cuando esas personas pasan sintiendo que Dios les debe y todos debemos rendir.
¿Seguimos? Nos molestamos con cualquier trámite o fecha de pago sin pensar en que somos miles o millones, según sea el caso, los que tenemos que acceder al trámite.
Y así podríamos llenar mil cuartillas. La verdad es que nos falta observar los lineamientos y sugerencias.
¿Qué podría faltar para que cumplamos?
Lo resumimos en dos acciones: la primera se refiere a reglamentos firmes y enérgicos que se apliquen verdaderamente. Que se vayan aquellos tránsitos que sólo están cachando infracciones y vengan los que apliquen la ley, que haya un reglamento que no tenga vuelta de hoja y se obligue a cumplirlo a todos sin excepción.
Y por otra parte, que al no cumplir haya sanciones muy severas, fuertes, grandes. La única manera de entender es que nos castiguen el bolsillo. Imagine el lector si por pasarnos una luz roja nos multaran, por ejemplo, con 5 ó 10 mil pesos, nunca más lo volveríamos a hacer.
Pero los defensores de la ilegalidad piensan que son medidas estúpidas, porque la gente no puede pagar esos niveles de multas, a lo que nos preguntamos: ¿Y es necesario pagar infracciones cuando se cumple la ley? Claro que no se necesita pagar si observamos todas las exigencias para vivir adecuadamente en sociedad.
Cansados de abusivos guaruras, policías que prenden su sirena o torreta para pasarse un alto sin motivo, o que por el hecho de ser policías se nos abalanzan y cierran para pasar primero, demostrando una brutalidad y pobreza mental.
Cansados de abusos de la autoridad que se ufana de gastar los presupuestos en cosas personales y que no pase nada. Imaginemos si les multaran por desviar fondos…
Como que ya es tiempo de tratar de vivir ordenadamente, porque realmente lo necesitamos. Requerimos respetar a los de a un lado y los de enfrente, pensar en todos los que nos rodean.
Nadie somos el ombligo del mundo, RECUÉRDELO, y en ese sentido, debemos pensar que todos tenemos los mismos derechos.
No hay en nuestra comunidad gente de sangre azul: hay personas que sienten que fueron bordados a mano, ridículos que se sienten tocados por Dios, pero, ¡oh, novedad! Resultaron tan mortales como los demás.
A cumplir, y si no, que haya leyes que se cumplan. Así de claro.
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