“No hay que poner la palabra antes de la realidad, hay que poner primero la realidad”: Leonora Carrington
La palabra austeridad tiene varios perfiles.
Es un concepto con diversos significados y por lo tanto polémicos, porque puede ser un estilo de vida, puede usarse como una herramienta para ahorrar y en el terreno empresarial, político y hasta del hogar, esa práctica suele ser manejada como una estrategia para –en teoría– evitar el despilfarro de recursos.
Sin embargo, como muchas cosas en la vida, su aplicación genera luces y sombras, porque con frecuencia esa austeridad es llevada a extremos que generan mayores pérdidas que las pretendidas ganancias.
Hoy, permítame lanzar una intentona de reflexión sólo en el entorno de la administración pública, hermana en línea directa de la política.
Le narraré en este espacio un pasaje real ocurrido en ese contexto, para tratar de aclarar más los posibles efectos de ese tipo de acciones. Con su permiso:
Corría el gobierno de Eugenio Hernandez Flores y el presidente del PRI estatal era Luis Enrique Rodriguez Sánchez, mejor conocido como Pipo entre sus amigos –en quienes tengo el gusto de encontrarme– y colaboradores cercanos.
Durante la elección federal del 2006, Pipo logró enrolar como jefe de prensa para ese proceso al inolvidable Adrián Valero Pérez, quien había sido Coordinador General de Comunicación Social con el entonces mandatario Manuel Cavazos Lerma. Era en esos momentos Adrián, por su experiencia y excelentes relaciones con los medios de comunicación, una especie de salvavidas para sacar adelante a los candidatos del PRI ante la maquinaria calderonista.
Como se estila en esos menesteres, Adrián presentó su presupuesto de campaña –la cantidad es lo de menos– y al cabo de unos días le dijeron que sólo se había autorizado la tercera parte de lo solicitado. Fiel a su fría personalidad, Adrián no discutió y pese al cerrón de puerta trabajó a marchas forzadas con esos mermados recursos.
Los resultados de esos comicios fueron magros para la causa tricolor, al triunfar el panismo en la mayoría de cargos en disputa, por lo cual pidieron al ex jefe de prensa de Cavazos una explicación sobre el comportamiento de los medios.
La respuesta de Adrián fue devastadoramente realista:
“No se quejen. De lo que se necesitaba dieron el 30 por ciento. Y el 30 por ciento obtuvieron…”
La valiosa lección, pese a fincarse en la razón, sigue siendo ignorada casi siempre por las administraciones públicas sin importar su competencia en muchos aspectos, no sólo en lo electoral. Prácticamente en todas las áreas de un gobierno el término austeridad reina con señorío y es sobado argumento para llevar en ocasiones a niveles de pobreza el gasto oficial. Para qué citar ejemplos.
El balance de todo esto es que como ya es costumbre la historia suele ser olvidada y en forma paradójica mientras más cercana, más se menosprecia, pese a las recurrentes pruebas de que el ahorro inteligente debe ser precisamente eso y no feroz mecanismo que en lugar de generar mejor aprovechamiento de recursos, lo que acarrea es estancamiento y hasta retrocesos.
Cuidado con la austeridad, puede ser un arma de dos filos, terreno en el que la apabullante frase de Adrián Valero, sigue vigente…
OBJETIVOS EN DUDA
¿Cuál es el objetivo?
No entiendo el por qué anunciar y prácticamente preparar una consulta popular para saber si el pueblo quiere que los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación sean definidos por elección ciudadana directa.
¿Para qué anunciar como camino legal lo que sólo una reforma constitucional puede determinar, si desde hoy es claro que no pasará ese ajuste a la Carta Magna al no existir la mayoría calificada en la bancada promotora?
Con todo respeto no entiendo esta visión que se ha convertido en obsesión. Por lo menos jurídicamente.
Ahora, si el objetivo es sólo sembrar más cizaña en torno al Poder Judicial, no dudo que alcancen esa meta. El poder en turno ha demostrado tener doctorados en las especialidades de denuestos y satanizaciones. Buen provecho con eso…
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