El angosto tiempo, siempre insuficiente, no me permitió escribir para la fecha del 2 de noviembre, Día de Todos los Santos como acostumbraba llamar mi venerable abuela materna a la jornada dedicada a los muertos mayores.

Sin embargo y en apego a la vieja frase de “hay más tiempo que vida”, me permito recapitular en el ayer y recordar en estas líneas un pasaje, referido con anterioridad, de un compañero de profesión que se adelantó en el camino y quien confirma una frase inmortal del añorado maestro –también fallecido– Don Alfonso Pesil Tamez: “Los mejores se van primero”.

El recuerdo tiene como protagonista a uno de los periodistas más completos que he conocido en su impecable prosa y en su visión de la noticia, Aníbal Muñiz Enríquez, a quien Dios seguramente lo ocupa para redactar algunos evangelios.

Corría 1979, si no recuerdo mal y el inolvidable Aníbal era víctima de una tormentosa etapa personal que lo hacía ser asiduo visitante de las cantinas, en especial las de mala muerte, que por alguna razón le gustaban más.

Una de esas tardes húmedas de Tampico, llegó Aníbal a la redacción con un ojo semi cerrado y una vendoleta en la ceja del mismo lado. ¿Qué te pasó? fue la reacción natural ante la escena.

Aníbal explicó con un timbre de orgullo: “Me madrearon en la cantina”.

¿Y la sonrisa por qué?, dijo un compañero.

¡“El que me madreó fue Mantequilla Nápoles”! respondió casi eufórico.

El que fue uno de los mejores pugilistas del mundo, en esos días ya en la miseria regenteaba un circo de quinta y al visitar Tampico coincidió en la cantina con su futura víctima, aunque en diferente mesa. Ya “enjarrado”, Aníbal empezó a lanzarle frases burlonas al boxeador y éste aguantó un tiempo, pero terminó por cansarse y de un derechazo puso al reportero debajo de una mesa.

No llevó Aníbal ni una nota ese día, pero la experiencia fue para él, un honor. Jamás te olvidaré amigo. Descansa en paz…

SE FUERON, PERO AÚN ESTÁN
No quiero cometer el gran pecado de la omisión involuntaria y sólo expresaré en esta parte mi pesar, mi respeto y admiración por todos los compañeros de oficio que me honraron con su amistad o me distinguieron al compartir sus conocimientos con este servidor y que hoy esperan pacientemente que llegue el día de reunirnos nuevamente. ¡Cuántas noticias tendrán a flor de labios!

Ojalá pudieran recibir en sus moradas eternas el reconocimiento perpetuo que merecen por sus aportaciones al periodismo y por las lecciones que nos heredaron. Hablo por todos los que aún les sobrevivimos: Vivirán para siempre en nuestra memoria.
¡Feliz vida eterna para todos!…

RESCATES PARA APLAUDIR
En lo personal, me parece un acierto una decisión anunciada por el alcalde de Tampico, Jesús Nader. Me refiero al rescate de dos mercados ícono de ese puerto, como son el “Avila Camacho” y “La Puntilla”.

Los dos puntos, que su servidor conoció en la lejana niñez, representan una etapa no sólo anecdótica de esa localidad, sino un valioso jirón de la historia cercana de la misma que se debe conservar y difundir, por el impacto económico y social que tuvieron en su momento en la vida de esa tierra “jaiba”.

Ambos sitios empujaron el desarrollo de dos sectores, el popular en el caso del “Avila Camacho” y el pesquero en el de “La Puntilla”, que pavimentaron –el primero– el camino de numerosas colonias aledañas al río Pánuco, mientras el segundo hizo posible que sectores como las colonias Morelos y Vicente Guerrero se convirtieran casi en una ciudad dentro de otra por su propia dinámica productiva y comercial.

Bien por esa visión del Presidente Municipal. Ojalá siga aplicándose en otros rincones históricos de ese puerto…

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