Mira cómo se desliza el agua por el canal que se abre paso montaña abajo; mira como el material que custodia en su viaje al líquido vital, se ha vuelto impermeable con el pulido artesanal del paso del tiempo ancestral; y es de admirarse, el que no deja que escape, ni se rebase, ninguna gota sustancial, porque además de servir de aislante que no se agota, cubriendo sus paredes y piso, el Hacedor de aquel paisaje, le dio como color de base el verde, que es esperanza de vida infinita y no terminal, y es sorprendente, que tiene en su diseño arquitectónico, la anchura y altura para mantener la armonía con toda la estructura de aquel divino esplendor que le imprimió la hermosura con la que el arquitecto universal obsequiara con tanta dulzura.
Y en el camino de la eterna primavera por donde paso, se va escuchando el canto matinal de las aves, que con melodía grata nos hacen más especial aquel maravilloso momento de nuestra estancia en el paraíso terrenal, y al paso, sale un niño, rodando un aro de aluminio y más atrás a paso lento pero seguro, va su abuela con la olla de nixtamal, apurada al molino, que aún mas viejo, rechina por faltarle más de un tornillo que se afloja de tanto moverse a destiempo, para darle a la gente del pueblo, el gusto de regresar a tiempo, para darle duro a la masa que se presta en aquel pedazo de pedernal esperando el paso del metate que rítmicamente bate, cuando en la chimenea el comal ya está que arde, esperando la primera tortilla caliente, que tanto desea el pariente.
Vivir lo natural, siempre será para mí un gran anhelo, en este tiempo de prisas y desvelos, donde decimos con desconsuelo, que ya no hay tiempo de más, para darnos el placer de soñar, en lo que dejamos ayer, por apurarnos a vivir la modernidad.
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