En Tamaulipas, el Instituto Electoral del Estado acaba de sancionar al dirigente del Partido Verde Ecologista, Manuel Muñoz Cano, por “violencia política en razón de género” en contra de la diputada morenista Judith Katalyna Méndez Cepeda. ¿El motivo? Haberse referido a ella como “esa niña” durante una entrevista.

La sanción fue económica, casi seis mil pesos, y también simbólica, el dirigente fue inscrito en el Registro Nacional de Personas Sancionadas por ejercer violencia política contra las mujeres, deberá tomar cursos de reeducación y, si el fallo se confirma, podría quedar inhabilitado para ser candidato en 2027.

La resolución generó polémica y no es para menos. Muchos consideran exagerado que una expresión como “niña” amerite una denuncia y una sanción formal; otros aseguran que el problema no fue la palabra, sino el contexto en que se usó, un tono despectivo, cargado de descalificación hacia una mujer joven que, además, decidió abandonar al Verde para incorporarse a Morena.

Y ahí está el verdadero fondo del asunto. No es sólo un tema de género, sino de poder político.

El Verde y Morena fueron aliados en la elección pasada, pero en los hechos han sido más rivales que socios y desde el Congreso local quedó claro.

Morena absorbió a todas las diputadas electas bajo la fórmula del Verde, incluida Katalyna Méndez, dejándolo sin representación efectiva. Es decir, la alianza sólo existió en el papel.

Por eso, cuando el dirigente del Verde calificó a la diputada como “niña”, no sólo hablaba de edad, que de hecho si, es una de las diputadas mas jovenes; sino que también hablaba desde el enojo, desde la herida política de haber perdido terreno. El error fue de forma y de fondo. 

En un contexto donde las mujeres han tenido que pelear cada espacio, cada voz, y cada respeto, ese tipo de expresiones, aunque se consideren exageradas, ya no se perdonan.

Más allá de si la sanción fue excesiva o no, este episodio deja claro que las alianzas políticas sin coincidencias ideológicas ni liderazgos compatibles terminan por romperse a la primera provocación. Lo que empezó como una coalición para ganar el poder, hoy se desmorona entre denuncias, rivalidades y reclamos.

Quiza el verdadero aprendizaje no sea si decir “niña” es o no violencia de género, sino que la política no se construye sobre conveniencias temporales, sino sobre coincidencias reales.

¿No cree usted? 

Que Dios los bendiga, gracias.

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