Cuánta luz y pureza emerge de dos corazones iluminados por la inocencia del niño y la madurez del veterano; ambos reflejan humildad y nobleza, porque Dios los ha consentido con su amor y su grandeza.
INOCENCIA Y MISERICORDIA
– Abuelo ¿Te pasa algo? Me preguntó José Manuel, mi amado nieto de dos años.
– Nada mi niño, a tu abuelo no le pasa nada, le contesté sin mirarlo.
– Abuelo, que estás llorando, y no me dices lo que te está pasando.
– Vamos José, que no me pasa nada, anda ve con tu hermana y sigue con alegría jugando.
Mas el niño sinceramente preocupado seguía observando, y yo, tratando de disimularlo, esbozaba una sonrisa forzada, sin saber por qué, a mi sentir, lo seguía ocultando.
Y José, invadido por la tristeza, sin poder evitarlo, extendió su manita derecha, y con su dedo índice detuvo la lágrima que rodaba por mi mejilla, y preguntón como es, me dijo angustiado.
– Abuelo… que estás llorando te digo.
– No José, el sudor de mi frente se está resbalando.
– Y los grandes ojos hermosos de mi nieto adorado, se llenaron de lágrimas, frunciendo también su boquita, acompañando a mi llanto, exhibiendo su misericordia infinita.
– José, ¿que estás llorando?
– No abuelito, a mí también, sin querer, se me cae el sudor de la frente.
Correo electrónico:
enfoque_sbc@hotmail.com